Los jóvenes en fila en el comedor del colegio no logran dejar de hablar o en alternativa se quedan pegados a su lector MP3, al celular o a su videojuego de bolsillo.
El resultado: no saben más enfrentarse a sí mismos. El silencio les da miedo porque plantea preguntas existenciales: “¿Por qué vivo? ¿De donde vengo? ¿Hacia donde voy?”. Tenemos miedo de estas preguntas porque no poseemos respuestas listas. Nos hablan del sentido de nuestra vida.
Varios modos de expresar la necesidad de interioridad
El Papa Francisco, en su exhortación Christus Vivit, habla así de los jóvenes: “En algunos jóvenes reconocemos un deseo de Dios, aunque no con todos los contornos del Dios revelado. En otros podemos ver un sueño de fraternidad, lo que no es poco. En muchos puede existir un deseo real de desarrollar la capacidad de la que están dotados para ofrecer algo al mundo. En algunos vemos una particular sensibilidad artística o una búsqueda de armonía con la naturaleza. En otros puede existir quizás un gran deseo de comunicación. En muchos encontraremos un profundo anhelo de una vida diversa. Son auténticos puntos de partida, energías interiores que esperan con apertura una palabra de estímulo, de luz y ánimo. (CV, n° 84)
Es a esta energía en espera, a esta búsqueda de la luz, que la educación a la interioridad busca dar una respuesta.
La Palabra de Dios, el camino a la interioridad
La Palabra de Dios es como un eco a este deseo de encontrar el sentido. Esto es lo que el padre Guy Dermond, SDB, ha entendido bien cuando hace 40 años inició a proponer momentos de desierto durante los campamentos juveniles o en los fines de semana con los muchachos. La idea fue siempre la de permitirles interiorizar la Palabra de Dios. En idioma hebreo la palabra “desierto” significa: “el lugar de la palabra”, “¿Qué de la palabra ” y aún “Quién es la palabra?”
Partiendo de uno de los Evangelios y de algunas preguntas o pequeñas historias que dan luz sobre el texto, los jóvenes meditan en silencio durante una hora, con una música de fondo apropiada, en un ambiente cuidadosamente preparado para favorecer el recogimiento.
Después, durante la hora siguiente, pueden participar en un laboratorio de expresión sobre el mismo tema (dibujo, cerámica, lenguaje fotográfico, ...), pero este queda siendo siempre un tiempo de desierto, donde si es necesario se puede intercambiar alguna palabra, pero el silencio permanece siempre como regla.