¿Qué te hace feliz como Coadjutor Salesiano?
Hay dos cosas que me hacen particularmente feliz. El primero es la conciencia de ayudar a los jóvenes, de prepararlos para que sean buenos ciudadanos de su país. El segundo es poder pasar los domingos por la mañana haciendo lo que yo amo: el deporte.
¿Qué atesoraste durante tus experiencias misioneras en África y Laos?
Los trece años en África fueron la mejor lección que la vida podría darme. Vi tanta pobreza y miseria, pero siempre sentí que Dios estaba allí.
En Laos, es agradable compartir mi vida con tanta gente; gente joven y amigos. Aquí, mi gran pasión por correr me hizo sentir más cerca de los laosianos y del Creador. Aprendí mucho sobre la gente de Laos, estando en el camino y usando mis zapatillas para correr.
¿Qué aprendiste de los jóvenes de Laos?
Honestamente... paciencia, paciencia, paciencia y más paciencia.
¿Qué mantiene viva tu vocación salesiana?
Oración y la convicción de que estoy haciendo algo bueno por la humanidad. Puedo conectarme y comunicarme fácilmente con Dios cuando corro, rodeado de naturaleza. Creo que la formación inicial sólida que recibí me ha hecho avanzar hasta ahora. El deporte fue de gran ayuda en tiempos difíciles.