Siendo diácono fui a Camboya para hacer un trabajo de voluntario por poco tiempo con los estudiantes coreanos de la escuela técnica Don Bosco de Phnom Penh. Entonces solo pensaba estar ahí para encargarme de nuestros estudiantes
Después de algunos días de voluntariado entendí que era muy difícil encontrar hermanos para la escuela y vi que los hermanos de Camboya eran pocos, que los jóvenes Khmer eran muchos y que necesitaban la presencia de los salesianos. Vi tantos jóvenes pobres y en peligro. Entonces, me vino una idea: seguramente yo sería más útil en Camboya que en Corea. Pensé que la Inspectoría coreana no tendría dificultad de prescindir de mi presencia pues hay muchos hermanos.
No creo que mi pasión misionera sea simplemente un impulso momentáneo porque, si bien es natural querer ayudar cuando vemos personas en dificultad; también es cierto que la llamada misionera la he estado sintiendo desde hace tres años y medio. Por fin me he decidido y he escrito al Rector Mayor ofreciéndome ser misionero.
El mayor de mis desafíos es la lengua Khmer. Me doy cuenta que si no hablo correctamente la lengua de los Khmer no sería más que un simple miembro de cualquier ONG, pero no un verdadero misionero. La lengua local es un factor esencial para proclamar el Evangelio. Sin un conocimiento de la lengua local, el anuncio del Evangelio queda limitado. Con el inglés puedo hacer algún trabajo en las escuelas y comunicarme con los hermanos, pero necesito compartir mis experiencias de fe con los jóvenes Khmer en su propia lengua. Mi mayor alegría es estar con los jóvenes Khmer, compartir su vida y encontrar a Dios en las personas Khmer.
Cuando consideramos nuestra vida misionera estamos inclinados a pensar mucho en las dificultades en una tierra de misión y estamos tentados a desistir de ser misioneros. No podemos prever las dificultades que encontraremos. Nadie es misionero porque está seguro de superar toda dificultad. Como misionero yo he aprendido a poner toda mi confianza en Dios. También he entendido que, además de la cultura local, debo también aceptar la cultura de mi hermano misionero, ya que nuestras comunidades son internacionales. Es importante tener una mentalidad abierta a las diversas culturas, y esto implica apertura a las culturas de los demás hermanos de la comunidad. ¡En la medida en que seamos abiertos entre nosotros habrá interculturalidad y seremos testigos más creíbles de Jesús!