Luis Bolla nació en Italia en 1932 y desde joven sintió la vocación de servir como misionero. Se unió a los Salesianos y fue enviado a Ecuador, al Vicariato Apostólico de Méndez, una región dominada por la etnia Shuar y Achuar. En un contexto donde la idea predominante era «civilizar» a los pueblos amazónicos, Bolla pronto comprendió que su misión no debía ser la de imponer una cultura ajena, sino la de acompañar y fortalecer la identidad propia de estos pueblos.
Durante mucho tiempo, la labor misionera en la región consistía en internar a niños y jóvenes en instituciones educativas con la intención de «integrarlos» a la sociedad mestiza. Bolla, sin embargo, descubrió que este método llevaba a la pérdida de la identidad y al sentimiento de inferioridad entre los indígenas. Su mirada cambió: en lugar de verlos como «salvajes» a quienes había que transformar, los reconoció como un pueblo noble, con una cultura rica y con mucho que enseñar.
En sus escritos, Bolla resaltó que la dignidad de un ser humano radica en su identidad y sentido de pertenencia. Por ello, se esforzó en aprender la lengua y las costumbres Achuar, ganándose su respeto y confianza. Nunca criticó su cultura, sino que buscó comprenderla y acompañarla en su evolución, sin que esto significara perder su esencia.
El Concilio Vaticano II influyó profundamente en la forma en que Luis Bolla entendió su labor misionera. La apertura de la Iglesia hacia una evangelización inculturada le proporcionó las bases para su trabajo. Su objetivo no era «convertir» a los Achuar en occidentales cristianizados, sino anunciar el Evangelio desde su propia realidad, respetando su cosmovisión y acompañándolos en su camino de fe.
Luis Bolla dedicó su vida entera a los Achuar, viviendo entre ellos, compartiendo su cotidianidad y aprendiendo de su sabiduría. Su preocupación principal era que, en su proceso de cambio y modernización, no perdieran su orgullo ni su identidad.
Yankuam no solo fue un misionero, sino un hermano para los Achuar, un testigo de la fe y un puente entre culturas. Su legado sigue vivo en la selva amazónica y en la memoria de quienes continúan su labor.
El proceso de beatificación de Luis Bolla está en curso, y su figura es recordada con gran respeto y admiración. Su vida nos deja un mensaje claro: evangelizar no significa imponer, sino acompañar con humildad y amor, reconociendo la belleza de cada cultura y la dignidad de cada persona.
Fuente: Salesianos.pe