¿Qué historias traes del pasado?

Mi nombre es Brigildo, salesiano sacerdote y soy de una isla de Timor Oriental. La Isla tiene un único centro de estudio secundario que lo llevan los salesianos. Estuvieron todo el tiempo con nosotros y uno se pregunta: ¿por qué han estado siempre con nosotros? Era una isla con constantes guerras, primero con Portugal, luego con Indonesia. Somos un pueblo independiente desde hace solo 14 años. Los salesianos han acompañado a la gente, a las familias destruidas, a los ancianos. Han acompañado a los que han vivido una experiencia dolorosa.

¿Qué te motivó para ser salesiano?

Los salesianos han trabajado mucho con los jovenes, sobre todo con las familias. Durante los últimos años fue asesinado un salesiano y eso me cuestionó muy fuerte. Me preguntaba ¿si ellos si ellos pudieron entregar su vida por nosotros, por qué nosotros no podemos entregar nuestras vidas? y desde ese momento he iniciado el camino vocacional. Hace 12 años nació la inquietud de ser misionero y fui enviado a la Argentina.

¿Conocías Argentina?

Argentina lo conocía solamente por el fútbol. Cuando llegué, me ofrecieron el “mate” y me parecía que era una droga, pero no. Trabajé en Bahía Blanca y luego en Neuquén. Aprendí el castellano y fui a realizar los estudios teológicos en San Justo. Uno aprende el idioma estando con los muchachos, en medio de la gente

Y ¿qué te llamó la atención de la gente?

Con la gente humilde uno aprende los valores para la vida. La sencillez, la humildad, la solidaridad. Cuando uno va a un pueblo, uno logra ver cómo comparten las familias lo que tienen, una realidad que ya no se ve en las ciudades, pues cada uno se cierra en sus casas.

¿Qué se siente ser misionero?

Uno va viviendo con mayor profundidad con Dios que comparte la vida con la humanidad. Creo que ser misionero no es pensar que vas a salvar a la gente, no, no, no es así. Ser misionero es llevar la vida, compartir la vida con la comunidad, con los muchachos, es llevar a Dios.

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