Señor Donato, ¿cómo se describiría usted?
Soy un sencillo Salesiano Coadjutor y prefiero que me llamen sencillamente Donato. He escogido ser coadjutor en lugar de sacerdote para poder estar más cerca de los jóvenes. Cuando uno es sacerdote las personas pueden sentirse un poco distantes, pero cuando te ven como uno de ellos se sienten libres y se acercan. Por eso soy feliz siendo coadjutor.
¿Cómo llegó a Etiopía?
Había necesidad en las misiones salesianas de Etiopía y por eso fui un año a Dilla y después a Zway. He vivido mi vida en pobreza desde mis 28 años, por tanto, el sostén de mi opción misionera es consecuencia directa de mi vida. He optado por Etiopía para dar un futuro a los jóvenes pobres de este país, por medio del Oratorio y cursos de proyectación.
¿Cómo valora estos 30 años vividos en Etiopía?
Soy muy feliz. Estar cercano a los pobres, a los necesitados, estar con los niños, ha sido siempre mi alegría. Siento que en Etiopía he vivido el “corazón oratoriano” y la “gracia de la unidad”, es decir, la unión de los dos polos que son la pasión por Dios y la compasión por la humanidad.
¿Cuáles han sido los desafíos que ha debido afrontar en Etiopía?
El reto principal ha sido el idioma. Nunca he tenido tiempo de ir a cursos para aprenderlo y lo he aprendido siempre de modo informal con los muchachos, en el patio. Pero fuera de esto, no he tenido grandes dificultades.
Después de 30 años de misionero y casi 40 de salesiano ¿qué consejo darías a tus hermanos, especialmente a los jóvenes?
Aprender a vivir la “gracia de la Unidad”. Debemos aprender la conexión entre los dos polos de los que he hablado antes. La dimensión vertical y la dimensión horizontal de nuestra vida: las manos tendidas hacia Dios y, al mismo tiempo, hacia el joven. Esta “gracia de la unidad” puede llegar solo por medio de la oración personal, una ambiente familiar y un corazón oratoriano.