Hola Jean Carlos, preséntate…
Me llamo Jean Carlos José Páez Pereira, tengo veinticuatro años y soy de Venezuela, específicamente del estado de Aragua, de la parroquia civil de Carmen de Cura.
¿Qué te inspiró a elegir ser misionero?
La llamada de Dios es una necesidad fundamental en mi vida, independientemente del estado de vida. Sin embargo, convertirme en salesiano fue una forma concreta y radical de seguir a Dios, y de ahí nació el deseo de continuar respondiendo con generosidad y radicalidad a la experiencia misionera.
¿Estás contento con el lugar al que vas? ¿Tienes miedos o preocupaciones con respecto al nuevo lugar, la cultura y la gente?
Seguramente, la felicidad puede interpretarse de muchas maneras, según la experiencia de cada persona. Puedo decir que durante mi tiempo en el Congo no he sido totalmente feliz. Sin embargo, siento la llamada y el deseo de responder a Dios con cada vez más generosidad.
¿Cómo reaccionaron los miembros de tu familia, amigos y compañeros salesianos cuando les hablaste de tu vocación misionera?
Las personas, especialmente las más cercanas a mí, estaban muy tristes porque ya no estarían cerca de mí, pero todas me apoyaron y me dieron su respaldo.
¿Cuáles son tus planes y sueños para tu vida misionera?
Soy una persona a la que le gusta mucho soñar y, sobre todo, hacer realidad lo que sueño, porque mis sueños suelen estar muy cerca de la realidad. Sin duda, deseo ser feliz y poder ayudar a todos los que me necesiten.
¿Tienes en mente algún modelo de gran misionero cuyo estilo de vida quisieras seguir?
No tengo una persona en particular, pero quiero mencionar a Don Bosco y su celo por ayudar a los más necesitados.
¿Cuál es tu mensaje para los jóvenes sobre la elección y la vocación misionera?
Queridos jóvenes, siempre tendremos miedo de seguir a Dios, sobre todo cuando se trata de una respuesta concreta a su seguimiento radical. Pero la generosidad del verdadero amor es la mayor alegría del corazón. ¡No tengan miedo de responder a Dios mientras están a tiempo! Es cierto que nunca es demasiado tarde, pero precisamente por eso siempre es el momento oportuno para responder a Dios.
