¿Quien es Don Bosco para Ud.?
Tal vez uno de los aspectos para definir quién es don Bosco para mi es su condición sacerdotal de educador. Su servicio abnegado a los muchachos más pobres así lo requería. Un educador que colocó el ministerio sacerdotal allí donde merece estar: al pie de los jóvenes más abandonados. Y además quiso que sus salesianos vivieran a pleno pulmón su ministerio. Me admira su insistencia en que los salesianos vuelquen ahí su vocación. El sacerdocio de Don Bosco motivó su vocación apostólica. Y esta, le estimuló a vivir más generosamente su sacerdocio. Por ello, la dedicación a la pastoral juvenil para mí no solo es una de las tareas del salesiano, sino una prioridad inscrita en el carisma salesiano de los orígenes y urgida por el momento actual.
¿Cuáles son las características que más admira de Don Bosco?
Uno de los aspectos más interesantes es el impulso de la dimensión evangelizadora de su acción pastoral en todas las plataformas educativas que creó, cuidando especialmente todo aquello que ayudaba al bien de los adolescentes y jóvenes indefensos. Se dejó sorprender y cautivar por ellos. Los jóvenes pobres le convirtieron. A partir de esa experiencia vivida, con tantas realidades emergentes de aquella época, decidió centrar su vida en crear ambientes formativos donde reinase la alegría, la libertad, el esfuerzo, el respeto mutuo y la participación juvenil. Supo aportar el oxígeno de soluciones educativas para los jóvenes, y no el anhídrido carbónico de las amarguras y quejas de otros que no reconocían el derecho de los jóvenes al futuro.
Pero también admiro la lucidez de su fe y el coraje de centrar su vida en las fidelidades de cada día: la oración sencilla y profunda, la vigilancia despierta a nuestras comodidades y proyectos personales, la preparación cuidada de nuestras intervenciones pastorales, la confianza vigorosa en las personas, la sencillez para comunicar el Evangelio.
Para Ud., ¿los jóvenes pueden aún encontrar inspiración en Don Boso?
Sin duda alguna. Con el estilo de Don Bosco los jóvenes se sienten recibidos, reconocidos y considerados desde su singularidad. Pero, además, subrayó el modo que tenía Don Bosco de concebir la alegría. En el mundo de los jóvenes a veces la alegría es un bien escaso. Y esto es muy actual porque es una actitud que no puede faltar en la espiritualidad juvenil salesiana, sea cual sea nuestra situación. En ocasiones extraordinarias será exultante. En otras, serena paz y alegría interior. Es compatible con las dificultades de la vida. Un joven conoce y padece la tristeza y las crisis, como cualquier adulto, pero Don Bosco nos ha enseñado que, aun en estas situaciones, nada ni nadie puede ni debe arrancamos la alegría de creer, de poner nuestra confianza en Jesucristo, de quererle con el corazón y la conducta, de sentir su presencia junto a nosotros, de sabemos habitados y sostenidos por la presencia de su madre Auxiliadora. La fe nos ofrece la confianza fundamental de que siempre, incluso en las situaciones más desesperadas, estamos acompañados, recibidos y confortados por Dios.
¿De qué manera los salesianos pueden ser nuevos Don Bosco para los jóvenes?
Creo que hoy se nos pide madurar como personas para servir como pastores. Ganar en humanidad y menos en ansiedad pastoral. Necesitamos madurar como Don Bosco nuestro proyecto de vida como personas y como consagrados. Dios, siempre próximo a lo humano, se nos ha hecho definitivamente cercano en Jesucristo. Ha querido compartir desde dentro la dignidad y la servidumbre de ser hombre. Como evangelizadores de los jóvenes estamos llamados a prolongar en la historia, como hizo Don Bosco, esta cercanía del Señor a la humanidad. Nuestro carisma salesiano es amigo de la humanidad. Un salesiano no debe, por tanto, mantener una reserva distante y recelosa, sino una profunda empatía con los jóvenes que se le confían.
En consecuencia, seremos los “nuevos Don Bosco” si cultivamos la espiritualidad de la confianza. El pesimismo desconfiado es un componente anímico importante en las personas que trabajamos en la educación. Nos afecta el miedo que produce lo desconocido y corremos el riesgo de hacernos más sensibles a los proyectos, que a las personas concretas. Sin embargo, para sembrar señales creíbles de esperanza, de amor, de misericordia en la vida de los jóvenes, hay que estar con ellos.
Y en este discernimiento, saber distinguir con cuidado aquello que no es evangélico o está “pastoralmente” muerto (para ir marginándolo pedagógicamente), de aquello en lo que aún late la vida. A veces nos cuesta entender la sabia expresión de M. Buber: «El éxito no es uno de los nombres de Dios». Es decir, nuestra fidelidad vocacional es el amor que resiste el desgaste del tiempo, las dificultades de nuestras sociedades o los retos continuos en el mundo de los jóvenes.
¿De qué manera Don Bosco le inspira en su trabajo de Consejero de la Pastoral Juvenil?
En primer lugar, me ayuda a proponer una pastoral de procesos, desde la oferta de un itinerario educativo-pastoral integral completo. De Don Bosco admiro que su acción evangelizadora no se desarrolló por acciones aisladas, sino por un proceso donde poco a poco fue concretando su proyecto compartido con sus colaboradores y los jóvenes.
En segundo lugar, la pedagogía pastoral de Don Bosco en clave vocacional: la pastoral vocacional fue y es una prioridad inaplazable por el carácter esencialmente vocacional de toda vida cristiana, o sea que el objetivo de nuestra acción educativo-pastoral es que cada uno descubra la vocación a la que el Señor le llama.
En tercer lugar, el cuidado por una formación de jóvenes abiertos, solidarios, comprometidos y creyentes.
¿Si pudiera encontrarse con Don Bosco, que le gustaría decirle o pedirle?
Le pediría que nos ayudase a seguir construyendo Comunidades Educativo-Pastorales (CEP) donde salesianos, laicos y jóvenes nos sintamos unidos en un mismo propósito. Que nos diga cómo reforzar y restaurar los vínculos de mutua aceptación y colaboración entre las personas y los grupos que forman cada CEP. Pero, además, le pediría que me diera las claves de su eficiencia apostólica en Valdocco. Así como fue capaz de construir esas pequeñas fidelidades de cada día con el corazón fresco y dócil al Señor. Así como mantuvo esa cadena interminable de pequeños «sí», a pesar de la magnitud de los problemas.