¿Cree que el entorno de la Iglesia puede ser de alguna manera más propenso al abuso sexual que otros?
El abuso sexual prospera donde las personas tienen un poder del que no tienen que rendir cuentas; donde hay poco espacio para admitir fallos y errores; donde es difícil trabajar con otros y trabajar en equipo. Dondequiera que la Iglesia tenga estas características, también es más propensa al abuso sexual. Es necesario darse cuenta de que la Iglesia no es un conjunto homogéneo; hay diferentes ambientes, diferentes culturas y subculturas. En algunas realidades la situación es peor, en otras, mejor. Creo que es importante buscar formas para seguir desarrollando un entorno y una cultura de relaciones y comunicación dentro de la Iglesia.
¿Cómo puede la Iglesia ser un ejemplo y mostrar el camino para prevenir, abordar y remediar los abusos?
Como he dicho, las medidas necesarias en la Iglesia no son diferentes de las que se necesitan en otros entornos. Como en otras áreas de la sociedad, lo que ayuda es la transparencia, el trabajo en equipo, la apertura para ser visto en el trabajo y estar acompañado por otros en el crecimiento, ya sea como supervisor, guía espiritual o superior. Es importante abrir el tema del abuso, no mirarlo como un tabú y no tener miedo de enfrentarlo directamente.
Entiendo que es muy difícil, porque hay mucho dolor y vergüenza debajo. Pero, por otro lado, creo que la Iglesia puede dar una gran contribución en este ámbito, vale a decir: el perdón, la reconciliación y la curación que Cristo ha traído. Este es un don enorme que la Iglesia puede ofrecer y para el cual, de hecho, fue fundada por Jesús.
Sin embargo, si uno quiere experimentar la misericordia de Dios y ofrecerla a la gente que lo rodea, primero debe admitir sin reservas ni excusas que ha cometido errores, que es un pecador. Sólo entonces podrá experimentar lo bueno que es Dios. Admitir la propia fragilidad y ser pecador o pecadora sin apelar a excusas es lo que se llama humildad. Creo que necesitamos más humildad para ser un ejemplo en la Iglesia.
¿Y cómo puede la Iglesia volverse más humilde?
Debemos tener el valor de reconocer el pecado, y no debemos tener miedo de admitir que pecados como el abuso sexual también ocurren en la Iglesia. El mismo Jesús nos alienta a no tener miedo de esto cuando dice que no vino a llamar a los justos, sino a los pecadores. La humildad, entonces, también genera comprensión de la situación y el sufrimiento de las víctimas. Queremos humildemente pedir disculpas porque esto puede ayudar tanto a las víctimas como a nosotros, y de esta manera ya se ha creado un espacio para la reconciliación, para la acción misericordiosa de Dios.
Y esto también se aplica a mí. Cuanto más poder tengo, más humildad necesito, porque cuando el poder crece, también aumenta la tentación de evitar una verdadera visión de mi ser un pecador y tal vez esconderme detrás de la nobleza de mi oficio. A veces en la Iglesia aplastamos la humildad adulando a las autoridades; a veces lo hacemos muy bien: es lo que el Papa Francisco llama clericalismo.
Jan Kvapil
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Entrevista original (en checo)
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