Mi infancia y la de muchos niños y jóvenes de mi barrio se vio transformada gracias a un ambiente oratoriano que nos sedujo y nos formó a la alegría, a la vida en grupo, al amor por Jesús y al servicio de los demás, sobre todo los más pobres. Esa comunidad ayudó a muchos niños como yo a proseguir los estudios. Esos salesianos me marcaron hasta el punto de hacer nacer en mí naturalmente el deseo de ser como ellos.
Mi disponibilidad para ir a África desde mis primeras etapas de la formación fue espontánea. Varios han sido los desafíos en mi vida misionera. Presento dos. El primero en el tiempo fue la enfermedad. Mi “bautismo” de paludismo en Togo en el primer año en las misiones estuvo a punto de matarme, y fui incluso evacuado de urgencia. Eso estuvo a punto de frustrar mi vida misionera ad gentes.
El segundo desafío fue la nueva presencia salesiana fundada en Uagadugú, capital de Burkina Faso. Fue como si me tocara a mí revivir lo que yo admiré en los salesianos de mi infancia. Sin medios económicos, sin infraestructuras, sin casa propia… y con sólo un hermano de comunidad. La fundación de nuestra comunidad y obra de Uagadugú se forjó en un oratorio espontáneo en las calles, en las visitas a las familias, en las celebraciones dominicales bajo los árboles. Tras 2 años de vida y de análisis de la zona, pudimos presentar un proyecto para organizar establemente unos servicios educativos y pastorales muy simples y prácticos para aquellos niños y jóvenes tan humildes.
Una de las mayores alegrías de mi vida misionera ha sido sin duda la fundación de nuestra presencia en Uagadugú. Es muy comprometido, pero sobre todo es una alegría inmensa saber y ver que estás transmitiendo con tus palabras, gestos y decisiones un carisma, poniendo las bases de una obra de Don Bosco. Junto a eso, me ayudó a sentirme muy misionero el hecho de vivir y obrar en una zona de primera evangelización, con gentes sedientas de Evangelio, en plena capital de un país con una importante presencia cristiana.
La segunda alegría: los años vividos en Mali. Fueron 6 años de un descubrimiento fenomenal de un país mayoritaria- mente musulmán y tolerante con las otras religiones, especialmente la cristiana. Las obras salesianas son muy apreciadas, y la Iglesia muy respetada. Muchos alumnos y colaboradores eran auténticos “cristianos por deseo”, y su integración en las actividades salesianas muy buena. Para mí fue un motivo de esperanza para la convivencia entre religiones y para la obra de Iglesia y salesiana en países de mayoría musulmana. Creo que la vida salesiana merece la pena vivirse si lo hacemos con un espíritu misionero de entrega alegre, de disponibilidad y de amor a los jóvenes más pobres.