Comenzó su experiencia docente en 2001. «Apenas recibido, llegó la oportunidad de dar clases en un instituto privado de Hermanas, con alumnos confiados al Tribunal de Menores y que precisaban de una figura masculina. Fue una hermosa aventura desde el punto de vista didáctico, pero también desde el punto de vista humano. Desde el primer día procuré meter en práctica aquello que había vivido en el mundo salesiano, especialmente en la construcción de verdaderas relaciones con los jóvenes. En esos años, para ellos también fue una experiencia diferente, pues alguien les llamaba por su nombre».
Sucesivamente continuó su trabajo docente en el Liceo salesiano e Catania. «Ahora me encuentro con jóvenes de otra condición, que están económicamente bien, pero que también sufren otras carencias. Tuve que cambiar la forma de las relaciones y verdaderamente ha sido un gran desafío».
Don Bosco es un educador de mucha actualidad, porque «nos invita a estar en medio de los jóvenes» y «la palabra al oído tiene una actualidad vital, porque es una palabra personal dicha en el momento justo, sin el temor de una relación puramente formal en el aula».
En estos días ha comenzado a dar clases en una escuela estatal «en la cual veo plasmado las palabras del Sínodo sobre los jóvenes: ‘para todos, ninguno queda excluido’».
No obstante, muchos jóvenes «se sienten desilusionados. También los docentes. Porque muchas veces nos quedamos satisfechos con lo mínimo indispensable, sin profundizar los procesos. Los padres de nuestros alumnos también se contentan con esas respuestas».
Pero la solución tiene que ser típicamente salesiana: ejercitar la capacidad de soñar. «Cultivar los sueños enseña a aspirar objetivos más altos para comprender las pequeñas cosas. Yo también continúo a soñar. Hace crecer. Y te hace encontrar un sentido nuevo a las disciplinas que tienes que leccionar, sea Historia, sea Literatura, sea Geografía, sea Matemáticas…».