Hace diez años, la vida de este ciclista, que hoy tiene cuarenta años, cambió drásticamente. Un tumor hizo necesaria la amputación inmediata de su pierna derecha. Un verdadero rayo en cielo sereno para un apasionado del deporte. Pero “hay una solución para cada problema” es el espíritu con el que Vromant ha enfrentado incluso este imprevisto obstáculo en su vida.
De niño, practicó todos los deportes: judo, tenis, natación, fútbol... Es difícil pensar en un deporte que no haya probado. Y, después de informarse bien, de joven eligió sin dudar la escuela "Don Bosco" de Zwijnaarde, cerca de Gante, aunque estaba más lejos de su casa que otras alternativas, porque allí se practicaban muchos deportes. Todos los días recorría los seis kilómetros en bicicleta para llegar, sin importar el clima. Y todo este deporte y su dedicación lo han convertido en un coleccionista de medallas.
Vromant no se considera religioso, pero a veces enciende una vela o dice una oración. Casado, tiene dos hijos, a los que sin duda enviaría a una escuela salesiana si no estuviera tan lejos de donde vive; y en la educación, afirma que cree que es importante dar un buen ejemplo.
Hoy dice tener un buen recuerdo del instituto Don Bosco, especialmente de la hora obligatoria de deporte durante el descanso del almuerzo, una espina en el costado para algunos, pero un verdadero regalo para él. Pasaba horas y días en los campos de fútbol y en las pistas de atletismo. Le encantaban las actividades extraescolares: las excursiones en bicicleta, las caminatas durante las vacaciones, la peregrinación en bicicleta desde Zwijnaarde hasta Turín, y así sucesivamente. También porque eran una oportunidad para conocer a los profesores de una manera diferente. Entre ellos aún había salesianos, aquellos que veías en el patio y sabías que siempre podías ir a buscar, como un oído que escuchaba. Sus mejores amigos de hoy se remontan a esos tiempos, informa.
A los veintidós años se dedicó al triatlón. Su sueño era convertirse en uno de los llamados "Iron Man". En 2012, a los veintiocho años, se preparó para la maratón, pero le diagnosticaron un tumor en la pierna. Así comenzó el camino sanitario, que incluyó quimioterapia, la amputación y el proceso de rehabilitación. Pero ni siquiera entonces se detuvo su pasión por el deporte.
Durante la rehabilitación, entró en contacto con una persona que acompañaba a corredores con prótesis. Comenzó a correr por placer. El momento era perfecto: podía volver a hacer deporte, reconstruir su vida social, ver a sus amigos, hablar de sus problemas... Pero pronto quedó claro que no era muy bueno corriendo con una prótesis. Sin embargo, mientras tanto, también había vuelto a practicar ciclismo.
Ha sido campeón belga, europeo y mundial de paraciclismo. La medalla de oro en las Olimpiadas de Tokio se le escapó, porque el jurado lo descalificó al considerar que no se mantenía lo suficiente sobre el sillín. Y eso, a pesar de que había batido su propio récord. Así que, para añadir más éxitos a los conseguidos hasta ahora, se preparó para las Olimpiadas de París, en busca de medallas: no por venganza hacia nadie, sino para dar lo mejor de sí mismo. Y hasta ahora ya ha alcanzado dos espléndidos logros.
Fuente : Don Bosco Aujourd’hui