Durante miles de años, los pueblos indígenas han seguido estilos de vida muy respetuosos con la creación, porque la consideran una herencia de sus antepasados que deben transmitir a las generaciones futuras. Para ellos, la tierra es un regalo del Creador y de los antepasados que descansan en ella, un espacio sagrado con el que necesitan interactuar para alimentar su identidad y sus valores. (cf. Laudato Si', 146). Esta profunda conexión con la creación inspira cuidado y respeto por ella. Esto les ha llevado a desarrollar un tesoro de sabiduría práctica para el cuidado y la protección de ecosistemas frágiles y los beneficios potenciales de hierbas y plantas para el cuerpo humano. Han desarrollado un fuerte sentido de la familia y la comunidad y tienen vínculos que honran a los ancianos y cuidan de los más pequeños. Sus creencias tradicionales, prácticas culturales y visión del mundo expresan el reconocimiento de un Ser Supremo. Algunas de sus prácticas culturales y supersticiones pueden menospreciar la dignidad humana, mientras que sus numerosas costumbres y tradiciones ponen de relieve valores sociales centrados en el cuidado de los demás. Su riqueza es también la nuestra.
Sin embargo, a menudo se ha hecho sentir a los pueblos indígenas como forasteros y no bienvenidos en su propia tierra, sin prestar apenas atención a sus necesidades específicas. En muchas partes del mundo, la tala de árboles, la minería a gran escala, el tráfico de seres humanos y los proyectos de infraestructuras causan daños irreparables a las comunidades y culturas indígenas, graves violaciones de los derechos humanos e incluso la muerte de quienes se oponen a estos proyectos. A menudo, los gobiernos optan por mostrarse ciegos y sordos ante los gritos de los pueblos indígenas que dependen de los bosques y sus tierras agrícolas para su sustento y su propia existencia. A menudo no se garantiza su derecho a revitalizar, utilizar, desarrollar y transmitir sus culturas, lenguas, tradiciones y cosmovisión a las generaciones futuras.
A lo largo de la historia, numerosos obispos, sacerdotes, religiosos y fieles laicos han dado su vida en defensa de la dignidad de los pueblos indígenas, para que conocieran a Jesucristo y su Evangelio. Condenaron la violencia, la opresión, la injusticia social y la esclavitud. La Iglesia católica subrayó que la "doctrina del descubrimiento" -teoría que sirvió para justificar la expropiación por parte de los colonizadores de las tierras indígenas a sus legítimos propietarios y concedió tales "derechos" a las potencias colonizadoras- nunca ha formado parte del Magisterio de la Iglesia católica. Sin embargo, es un hecho que los documentos de la Iglesia de la época no siempre reflejaban adecuadamente la igualdad de dignidad y derechos de los pueblos indígenas. Por esta razón, a menudo fueron manipulados con fines políticos por las potencias coloniales rivales. Del mismo modo, la mayoría de los colonizadores tenían la idea de que una cultura (sobre todo la europea) era superior a las demás. En consecuencia, algunos consideraban legítimo recurrir a métodos de "civilización" o coerción de los pueblos indígenas. En ocasiones se llevaron a cabo actos inmorales contra ellos sin la oposición de los líderes religiosos (véase la Declaración sobre la Doctrina del Descubrimiento, núms. 2-9). Por eso, 'es necesario reconocer con toda sinceridad los abusos cometidos por la falta de amor de aquellas personas que han sido incapaces de ver a los pueblos indígenas como sus hermanos y hermanas, como hijos del mismo Padre'. (San Juan Pablo II, Santo Domingo, 13 de octubre de 1992).
Nuestra preocupación por los pueblos indígenas no es en apoyo de ninguna ideología o grupo de presión. Por el contrario, está arraigada en nuestra identidad fundamental como creados a imagen y semejanza de Dios, que es más profunda que cualquier identidad indígena. De ahí se derivan sus derechos basados en su origen o identidad indígena. Por eso, la Iglesia abraza a los pueblos indígenas con sus culturas para que descubran los puntos de coincidencia entre sus valores y tradiciones indígenas y las enseñanzas de Jesucristo. Este diálogo nos enseña a apreciar nuestra responsabilidad inalienable de preservar el medio ambiente, los recursos naturales, nuestra cultura y tradiciones de la manera excelente en que ellos lo han hecho. A su vez, se les ayuda a descubrir los reflejos del "rayo de esa Verdad que ilumina a todos" (Nostra Aetate, 2) en sus valores, culturas y tradiciones indígenas.
El programa y servicio más importante para los pueblos indígenas es ayudarles a ser plenamente humanos, según la imagen que Dios tiene de nosotros y a la que nos llama. Esto implica también la invitación a la amistad con Jesucristo, que humaniza plenamente a las personas, las dignifica plenamente y lleva a plenitud cada corazón y toda la vida (Querida Amazonia nn. 62-65, 76). Don Bosco envió a sus misioneros a los indígenas de la Patagonia. Más tarde, otros salesianos trabajaron entre otros pueblos indígenas. Hoy en día, los Salesianos promueven activamente y preservan su identidad mediante la creación de museos culturales, la redacción de diccionarios y libros, y la promoción de actividades y programas que fomentan su evangelización integral. De hecho, nuestro trabajo entre los pueblos indígenas es una expresión importante del compromiso salesiano con los pobres y los marginados.
Para reflexionar y compartir
1. ¿Qué puedo aprender de los pueblos indígenas?
2. ¿Cómo podemos ayudar a promover la evangelización integral de los pueblos indígenas?
