Con el Miércoles de Ceniza comienza la Cuaresma, el período de cuarenta días que precede a la Pascua. En este día, Jesús dice: “Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial” (Mt 6,1). La recompensa para el hombre tiene un valor que ninguna riqueza terrenal puede igualar: el amor de Dios. Y es un destino que se funde con el anhelo del Cielo: la patria eterna.
Francisco: lo esencial es el Señor
El Papa Francisco, en la Santa Misa con el rito de bendición e imposición de Cenizas, el 22 de febrero de 2023, recuerda que la Cuaresma es "el tiempo favorable para regresar a lo esencial". Un camino largo hacia la verdad. Un tiempo de gracia "para regresar a lo esencial, que es el Señor". Una oportunidad para "recordar que el mundo no debe estar encerrado en los estrechos límites de nuestras necesidades personales", "para devolver a Dios el primer lugar en la vida", no solo los "residuos de tiempo".
Regresar a lo esencial, que es el Señor. El rito de las cenizas nos introduce en este camino de retorno y nos hace dos invitaciones: regresar a la verdad de nosotros mismos y regresar a Dios y a los hermanos. En primer lugar, regresar a la verdad de nosotros mismos. Las cenizas nos recuerdan quiénes somos y de dónde venimos, nos llevan de vuelta a la verdad fundamental de la vida: solo el Señor es Dios y nosotros somos obra de sus manos. Esta es nuestra verdad. Él es el Creador, mientras que nosotros somos frágil arcilla moldeada por sus manos. Venimos de la tierra y necesitamos el Cielo, a Él; con Dios resucitaremos de nuestras cenizas, pero sin Él somos polvo. Y mientras humildemente inclinamos la cabeza para recibir las cenizas, recordamos en lo profundo del corazón esta verdad: somos del Señor, le pertenecemos. Él, de hecho, “formó al hombre del polvo de la tierra y sopló en sus narices aliento de vida” (Gen. 2,7): existimos porque Él sopló el aliento de la vida en nosotros.
Juan Pablo I: debemos ser como Abraham delante de Dios
Retrocediendo en el calendario reciente de la historia de la Iglesia, se puede constatar que el 6 de septiembre de 1978 era un miércoles. No el primer día de Cuaresma, pero un miércoles en el que resonaron las palabras del Papa Juan Pablo I. En su primera audiencia general, dedicada a la humildad, el Papa Luciani se detiene en esta gran virtud, a la que también el rito de las Cenizas exhorta a no olvidar. Ser humilde, enfatiza el Papa Juan Pablo I, significa ser pequeños ante Dios:
Para ser buenos, sin embargo, debemos estar bien delante de Dios, delante del prójimo y de nosotros mismos. Delante de Dios, la posición correcta es la de Abraham, quien dijo: "Soy polvo y ceniza delante de ti, oh Señor". Debemos sentirnos pequeños delante de Dios. Cuando digo: Señor, creo; no me avergüenzo de sentirme como un niño delante de su madre; se cree en la madre; yo creo en el Señor, en lo que Él me ha revelado.
Pablo VI: debemos rebelarnos contra la esclavitud de las necesidades exteriores
En el rito penitencial del Miércoles de Ceniza del 11 de febrero de 1970, San Pablo VI subraya que los modelos mundanos son en realidad cadenas de las que liberarse. Y exhorta a dirigir la mirada hacia la “escuela del Señor” para “devolver la vida donde hay muerte”.
Las Cenizas - imagino esta mañana - todos ustedes han recibido este signo de muerte y han sentido el escalofrío de este signo con las terribles palabras que lo acompañan: “Recuerda que eres polvo y en polvo te convertirás”. Parece casi fúnebre y desafortunado este grito, pero está hecho precisamente para evocar fuertes sentimientos en nuestro espíritu. Otra forma de celebrar este período, que afecta no solo nuestra vida espiritual, sino también la corporal, es el ayuno: la necesidad de abstenerse y rebelarse contra esta esclavitud de las necesidades exteriores y materiales. Y esto por un período tan largo como lo fue el que Cristo mismo impuso al comienzo de su ministerio evangélico.
Juan Pablo II: la conversión es el camino para sanar al hombre
En la estación cuaresmal presidida el 20 de febrero de 1980, Miércoles de Ceniza, San Juan Pablo II señala un camino de liberación para el hombre que lleva a Dios. Este surco, señalado en el Evangelio, es la conversión:
Convertirse a Dios como lo desea la Iglesia en este período de cuarenta días de Cuaresma, esto significa, ir a las raíces del árbol, que, como dice el Señor, "no produce buenos frutos" (Mt 3,10). No hay otro camino para sanar al hombre. La actual "liturgia de la muerte" que se expresa en el rito de la imposición de las cenizas, une, en cierto modo, este primer día de Cuaresma al último día, el Viernes Santo, el día de la muerte de Cristo en la cruz. Precisamente entonces se cumplen las palabras que proclama el apóstol en la segunda lectura de hoy, cuando dice: “Os exhortamos en nombre de Cristo: reconciliaos con Dios. A aquel que no cometió pecado, Dios lo trató como pecador en favor nuestro, para que nosotros, por él, nos convirtamos en justicia de Dios”.
En la realidad de la conversión, de la reconciliación con el Padre eterno, está señalado el camino de la vida más allá de la muerte, el paso del polvo a Dios.
