¿Qué nos cuentas sobre tu camino de fe?
Mi vocación y el discernimiento misionero tienen una cosa en común, ambos se basaron en la misma fuente o más bien se desarrollaron paralelos. Mucho antes de poner pie en el seminario fue cuando sentí que Dios me llamó para servirlo como religioso, un deseo de ser misionero ya había nacido en mí. Crecí en un entorno rodeado de congregaciones misioneras, asistiendo a los misioneros benedictinos, agustinos y misioneros de Madre Teresa, sin mencionar el hecho de que mi parroquia fue administrada por los misioneros combonianos. Además, mi padre era catequista y mi madre trabajaba como cocinera en una parroquia, e incluso ver muy a tantos misioneros que menudo luchan y finalmente abrazaban la nueva cultura siempre ha sido para mi una gran fuente de inspiración.
¿Y el discernimiento de tu vocación misionera?
Entré en los salesianos el 24 de abril de 2010, hice el aspirantado durante dos años, el pre-noviciado en los "Bosco Boys", luego el noviciado en Morogoro, en Tanzania. En mi segundo año de post-noviciado, envié una carta de disponibilidad al Rector Mayor para ir a las misiones y al año siguiente recibí la mayor sorpresa de mi vida, al menos hasta entonces: un correo electrónico del Rector Mayor que me destinaba a Japón. El 27 de agosto de 2017 viajé a Roma y de allí participé en el 148º Expedición Misionera Salesiana.
¿Sigues vinculado a tu Inspectoría de origen?
Mi Inspectoría madre siempre permanecerá en mi corazón, especialmente por la formación inicial que me ha dado. Es la Inspectoría la que me ha permitido volverme el salesiano que soy ahora. De mi Inspectoría de origen, aprecio especialmente la profesionalidad de la pastoral juvenil en las Escuelas, Institutos y en el campo de la comunicación social. De esta manera es posible llegar a los jóvenes donde ellos están y desarrollar un fuerte y eficaz crecimiento del carisma.
¿Cómo fue tu experiencia misionera en Japón, hasta ahora?
La espiritualidad salesiana es la misma en todo el mundo, por lo que es más fácil entrar en la cultura de los jóvenes a los que fuimos enviados, dondequiera que nos destinen, si bien esto siempre requiere empeño. Hasta ahora, pasé un año en Tokio, en la comunidad de Chofu, acompañando a un grupo de jóvenes filipinos y colaborando con el oratorio festivo: una buena experiencia es trabajar con los laicos de Japón y también para practicar el idioma. Después serví en en el Aspirantado Juvenil de Yokkaichi, donde tuve muchos momentos hermosos con estos jóvenes, que comparten los momentos de oración con la comunidad salesiana y a quienes les enseñé inglés. Actualmente me encuentro en Miyazaki, la Casa Madre de los Salesianos en Japón, donde sigo dando clases de inglés, animo actividades deportivas tres tardes por semana y participo en las actividades de la escuela dominical.
