Don Bosco había imaginado y preparado a sus Salesianos Cooperadores; pero tuvo que pasar tiempo para madurar la idea de un movimiento compuesto de “laicos y eclesiásticos juntos por la salvación de los jóvenes en peligro”.
Cuando, en abril de 1876, Don Bosco fue a Roma para presentar el proyecto final, recibió por sugerencia del Papa de no crear un instituto dedicado a los ‘cooperadores’. “Son eficaces por inclinación natural... Sin ellos, se privaría de una valiosa ayuda”, dijo el Pontífice (MB XI 73-74).
Don Bosco acogió la indicación del Papa y enriqueció el texto, y fue Pío IX que concedió a la “Sociedad o Unión de Cooperadores Salesianos” las mismas indulgencias concedidas a la Tercera Orden Franciscana Seglar, y aprobó implícitamente la propia Asociación en su forma jurídica.
La creatividad de Don Bosco marcó el estilo de los Salesianos Cooperadores desde el principio. Estos fueron maestros, entrenadores deportivos, artistas de teatro y música, catequistas y madres de familia, y en el transcurrir de estos 140 años, los Salesianos Cooperadores han seguido fielmente el proyecto de Don Bosco y han actualizado la herencia. Varias figuras de santidad han surgido entre ellos, desde la Venerable Mamá Margarita, continuando con el Venerable Attilio Giordani y Edvige Carboni, la Beata Alejandrina da Costa, el beato Giuseppe Toniolo, el beato San José Marello, fundador de los Oblatos de San José.
A los 140 años de distancia, los Salesianos Cooperadores son gente rica en humanidad, bautizados en la Iglesia y colaboradores apasionados en la misión salesiana.