"Silsilah" es una palabra árabe que significa cadena, eslabón o conexión, acuñada por el sacerdote del Pontificio Instituto de Misiones Extranjeras (PIME) P. Sebastiano d'Ambra, fundador del movimiento para el diálogo entre cristianos y musulmanes (1984). Este segundo encuentro en Silsilah reunió a 31 personas, hombres y mujeres, 16 musulmanes y 15 cristianos, cada uno de los cuales ayudó a hacer conocer la propia fe que los impulsa a vivir.
El martes 2 de julio se inició la larga serie de conferencias sobre el tema de la reunión, que duró hasta el jueves 11 de julio. El trabajo en el aula se alternó con dos fines de semana de “inmersión” mutua: musulmanes en familias cristianas y cristianos en familias de los musulmanes.
“Durante el seminario tuvimos mucho intercambio con nuestros participantes musulmanes. Compartimos nuestras reflexiones con facilidad durante las comidas y los descansos, preparamos presentaciones culturales juntos, así como diferentes informes”, explica el P. Maclasang. Entre un encuentro y otro, se tuvo momentos para compartir que ha contribuido en gran medida, a reducir o eliminar los prejuicios. Y a pesar de las diferencias en muchos aspectos, un punto común se encontró en la concepción común de Dios como misericordia.
La oración fue también de gran importancia. Bajo la bandera de la creencia del fundador del movimiento “Silsilah”, que manifestó que es necesario ser ferviente en la fe para vivir la espiritualidad del diálogo.
El buque insignia de la experiencia para los dos Salesianos fueron los dos fines de semana pasados en familias musulmanas. “Durante estas inmersiones culturales pude ponerme en contacto rápidamente con las familias a las que fui asignado, gracias a las características filipinas que compartimos: sonrisa, hospitalidad, respeto. Pero lo que me llamó la atención no fue tanto la diferencia religiosa como la pobreza evidente. Fue un excelente examen de conciencia sobre mi voto de pobreza”, continuó el P. Maclasang.
“El programa especial ‘Silsilah – añade el salesiano – me abrió los ojos a la realidad de la región de Filipinas Sur. Y además de haber conocido y hecho amistad con varios buenos musulmanes, también comprendí los desafíos que los filipinos católicos viven diariamente en un ambiente musulmán, desafíos que no deben ser tan diferentes de los de nuestra juventud cristiana en Pakistán”.
“Que yo pueda escuchar claramente la voz del Señor y seguir sumergiéndome en esta realidad de una vida en auténtico diálogo”, concluye el religioso.