En su vida de educadora, maestra, asistente, formadora, Consejera y Madre General, Madre Rosetta recorrió un camino de configuración con Jesús hasta que ofreció su vida por la santidad del Instituto, por los sacerdotes, por la salvación de los jóvenes. Además, como María, supo hacer de su vida un don de amor y de maternidad espiritual.
Nació en Aosta el 20 de octubre de 1922, en una familia de profunda fe cristiana. Desde temprana edad conoció y asistió donde las Hijas de María Auxiliadora, y junto a ellas maduró su ideal de consagración a Dios. Después de su Primera Profesión Religiosa (1941), se licenció en Literatura en la Universidad Católica 2Sacro Cuore”. De 1947 a 1958 fue maestra y Vicaria en la casa misionera “Madre Mazzarello” de Turín, donde siguió en particular a las jóvenes religiosas que se preparaban para partir hacia las misiones. De 1958 a 1974 realizó tareas de animación y gobierno en Sicilia, Roma y Lombardía. Era muy atenta a las necesidades de la Iglesia local y a los signos de los tiempos.
El Capítulo General XVI de 1975 la eligió Consejera Visitadora. El Capítulo General XVII, en la primera votación del 24 de octubre de 1981, la eligió Superiora General. Solo ocho meses después de su elección, llegaron los primeros signos de leucemia. En la circular del 24 de octubre de 1982, primer aniversario de su elección, Madre Rosetta concluye su escrito deseando que todas sus hijas se dejen contagiar por Don Bosco “con una aguda nostalgia del hermoso paraíso”. “El objetivo es único: llegar al Paraíso con todos los jóvenes por los que hemos dado y hemos consumido nuestra existencia”.
El 8 de marzo de 1984, en Roma, la Madre Rosetta completó su viaje terrenal.
En este año en el que el Aguinaldo del Rector Mayor invita a la Familia Salesiana a la santidad, el testimonio de Madre Rosetta nos estimula a redescubrir la vocación a la santidad y a esforzarnos como ella con todas nuestras fuerzas.
Es responsabilidad de toda la Familia Salesiana hacer conocer cada vez más a Madre, Rosetta Marchese, FMA, hacerla amar, y orar por la Causa de Beatificación y Canonización.