- La vida consagrada salesiana;
- Experiencia pastoral;
- Vida comunitaria;
- Formación intelectual;
- La consistencia del equipo de formadores;
- Atención a los posnovicios coadjutores;
- Acompañamiento personalizado.
El corazón de todo es la formación de la identidad consagrada salesiana, que en la fase del posnoviciado encuentra un instrumento privilegiado en la formación intelectual, para continuar lo que comenzó en el noviciado y en vista del tirocinio
Lo que surge con fuerza es la cuestión de la formación inicial, que debe permitir la formación continua, es decir, una actitud de docilidad hacia el Espíritu y las mediaciones a través de las cuales Dios llama a su seguimiento: sin una transición de la docilidad a la docibilidad, de la experiencia formativa a a necesidade la formación contínua, no habrá una fidelidad dinámica a Don Bosco ni una lectura sabia de los tiempos y y de los contextos.
Leer la realidad con los ojos de Dios es solo para aquellos que viven de Dios: este es el corazón de la identidad consagrada. El desafío es para los formadores antes que los formandos, y es una condición para la vitalidad del «da mihi animas».
Sin embargo, un testimonio formativo para ser efectivo debe ser en equipo, y esto resalta la importancia fundamental de la cohesión y la estima mutua entre los formadores.
Utilizando el Documento Final del reciente Sínodo sobre la Juventud, que en n. 139 afirma: "la vocación es el punto de apoyo alrededor del cual se integran todas las dimensiones de la persona", se acordó que la perspectiva vocacional ilumina y da sentido a todo lo que llena los días de cada vida humana y asegura una forma específica para la respuesta personal al don de Dios.
De ahí también la peculiaridad del desafío dentro de la vocación salesiana, caracterizada por la expresión presbiteral y la expresión laical. La vocación salesiana del coadjutor destaca lo propio de la vida consagrada salesiana, hecha de la dedicación a Dios como el bien fundamental de la existencia, y no como una solicitud de servicio sacramental.
Todo esto requiere un camino de acompañamiento, basado en dos libertades: la del formando, que elige confiar su propio camino a alguien en quien confía naturalmente; y la del formador, quien precisamente debido a su gran responsabilidad debe haber desarrollado un corazón verdaderamente libre, como para poder recibir con el debido cuidado la vida interior más profunda del otro.
Los directores y encargados de los posnoviciados de Europa están ahora llamados a pasar del proyecto al camino, conscientes de que solo aquellos que se dejan formar, forman; y solo aquellos que tienen fuertes raíces en el carisma pueden acompañar los caminos de la consolidación auténtica de las identidades vocacionales.