Fermín era un niño muy pequeño: “Llegué al Hogar Don Bosco cuando tenía 5 o 6 años. Venía de pasar una situación bastante penosa, pues la comunidad donde vivía, sufrió una inundación por el desborde del río Grande”. En efecto, cada historia de un niño que ingresa a un hogar tiene una historia de dolor y muchos de ellos “definitivamente ya no pueden vivir con sus familias porque son huérfanos, son muy pobres, ya no pueden ser atendidos en sus propios hogares”, manifiesta uno de los encargados.
“Mis padres se separaron – sigue comentando Fermín – las Hermanas Teresianas se hicieron cargo de mi hermano y yo. Ellas se pusieron a buscar un lugar donde pudiéramos formarnos y educarnos. De pronto conocieron la gran labor del P. Octavio Sabbadin en el Hogar Don Bosco, es así como llegué a esta casa. Me costó mucho adaptarme, pues por buen tiempo fui el más pequeño en el Hogar. Al transcurrir el tiempo me acostumbré y consideré al Hogar Don Bosco como mi verdadera nuestra casa”
La vida en el Hogar Don Bosco se combina con una buena educación escolar, que es la llave para que los que lleguen puedan construir su vida de forma individual y responsable. Esta es la razón de esta obra. Y el mismo Fermín explica que “El Hogar Don Bosco fue un lugar donde me brindaron cariño, amor. He visto que las puertas estaban abiertas para quien los necesitara. Yo, personalmente he encontrado una familia que me acogió y me formó sin pedir nada a cambio, como siempre quiso Don Bosco y para ser un día: buenos cristianos y honrados ciudadanos. El hogar Don Bosco fue la escuela para mi vida”.
“Hoy como una persona que ha logrado realizarse en la vida, vuelvo la mirada atrás, y al recordar tantas experiencias vividas, cuántas alegrías… después de aproximadamente 15 años de ser parte de la gran familia que ahora es el Proyecto Don Bosco, no tengo más palabras que decir: Gracias Padre Octavio”.