Seny es uno de los más de 30.000 menores que llegaron a Europa solos el año pasado. “Unos 28 millones de niñas y niños de todo el mundo han sido víctimas de desplazamientos forzosos a causa de la violencia y la guerra”, refiere la Unicef.
El viaje del Seny no fue en un cómodo avión desde Dakar. Tuvo que sobrevivir al desierto y al Mediterráneo. Más de un mes le llevó llegar a la tierra prometida, donde encontraría oportunidades, trabajo y un futuro mejor.
Y ¿Por qué dejan Senegal? La realidad de pobreza de este país es alarmante. Este año, la sequía está dejando a unas 245 mil personas sin alimentos. Los que más sufren son los niños y las niñas. Lamentable y dura la definición que dio el periodista José Naranjo del el País (España) a este país: “Senegal, el país de los niños mendigos”.
En Senegal, Seny no veía posibilidades para salir de la pobreza y el hambre, no tenía esperanzas. Y esas son las motivaciones de la mayoría de los jóvenes que deciden dejar todo para tener una oportunidad aunque esté a miles de kilómetros de distancia y ponga en riesgo su vida.
Seny llegó a Lampedusa sin nada. “No tenía dinero, ni ropa limpia, ni comida… estaba solo”. Entonces un misionero salesiano lo llevó al centro salesiano Aidone, en el que acogen a menores no acompañados que llegan de África y Medio Oriente. Allí encontró un hogar y aprendió idiomas. Durante dos años estuvo trabajando como mediador cultural. “Pero nunca me olvidé de mi casa”, explica Seny.
Gracias a los misioneros salesianos en Senegal y a la organización “Don Bosco 2000”, Seny ha conseguido volver a casa. “Espero poder convencer a otros jóvenes que no pongan en riesgo su vida y que arriesguen para poner en marcha pequeñas empresas o proyectos agrícolas que ayuden a Senegal”, puntualiza.