En Mongolia la tierra no es de nadie. La tierra se comparte y se ama; en ella los mongoles se mueven con respeto y siguiendo la tradición estacional. Casi un tercio de la población vive en la extrema pobreza. Los mongoles no tienen su lugar. Acampan o caminan. No les molesta el clima seco y continental de Mongolia. En verano aguantan las temperaturas altas de hasta 40°, en invierno endurecen su cuerpo con el frío. Se trasladan de un lugar al otro para encontrar alimento, agua o pastos para los animales que crían.
En Mongolia es difícil ver los frutos del trabajo misionero. Los Nómadas no piensan en el futuro, ni en construir una casa o en cuidar un jardín. No están interesados en educarse. Viven al día. Hoy con nosotros, mañana encuentran trabajo en otra parte. El servicio entre la población mongol es el tiempo de saludos y despedidas.
“Es difícil construir la Iglesia en un fundamento móvil - continúa Krzysztof -. En 2013 la Iglesia Católica en Mongolia celebró su primer aniversario. Veinte años del cristianismo en Mongolia. Este año vamos a celebrar la ordenación sacerdotal del primer sacerdote del lugar que estudió en Corea y será ordenado en la tierra mongol”.
Nosotros los salesianos tenemos dos casas. En la capital de Ulán Bator y en Dragan. Tenemos dos comunidades internacionales. En Ulán Bator, tenemos la escuela técnica “Don Bosco” y la Casa de Acogida para los chicos de la calle. Nuestra escuela goza de buena fama, tenemos 300 estudiantes. En el día de sus exámenes finales, representantes de las empresas esperan a nuestros alumnos en la puerta. La graduación es igual a firmar un acuerdo con una de las empresas prósperas. “Esa perspectiva anima a los jóvenes. En la cultura de Mongolia veo este éxito como un verdadero milagro”- acota.