Del 25 de febrero al 6 de marzo, diez jóvenes que asisten a la casa salesiana Don Bosco de Hechtel, en Bélgica, emprendieron un viaje inmersivo a Kenia. Durante diez días participaron en la vida cotidiana de una casa de acogida para niños de la calle. “Una oportunidad única en la vida”, dijeron los alumnos.
Desde hace dos años, los estudiantes del tercer año de la escuela secundaria superior tienen la posibilidad de dedicar una hora a la semana de su tiempo académico a actividades de su elección. “Por ejemplo, se puede tomar una hora adicional de español, matemáticas o incluso chino”, explica el profesor supervisor, Marc Van Dyck. Pero hay otra opción interesante para los alumnos más aventureros: un viaje experiencial a Kenia para pasar diez días en un centro de acogida para niños de la calle, ubicado en la localidad de Ukunda, en la costa keniata, no lejos de Mombasa.
“La iniciativa ha tenido éxito”, comenta el docente riendo. “Unos cuarenta alumnos presentaron su solicitud. Se les pidió que escribieran su motivación. Sobre la base de ello, se seleccionaron diez estudiantes”. “Hemos pasado diez días en la casa de los niños de Kebene, un instituto creado para acoger a los niños que viven en la calle. Luego, especialmente durante la crisis provocada por la pandemia de Covid-19, las autoridades solicitaron que también se acogiera a las jóvenes que habían tenido embarazos precoces. Así que ahora hay entre ciento cincuenta y ciento sesenta jóvenes, pero también niños o bebés de estas madres jóvenes. Por lo tanto, también se brinda asistencia a los niños y adolescentes”, explica Marc. Los huéspedes del instituto no solo reciben alimentación y alojamiento, sino también formación.
“Por ejemplo, aprenden a coser, de manera que puedan encontrar una salida al círculo de la pobreza”, añade el docente. Tras meses de preparativos, de acercamiento empático a la cultura africana y de pequeñas iniciativas para recaudar fondos que ayudaran a cubrir parte de los gastos del viaje –como la venta de bebidas, pequeños trabajos artesanales, búsqueda de patrocinadores y la organización de una fiesta–, a finales de febrero los diez alumnos seleccionados iniciaron su tan esperada aventura.
En los últimos meses, el profesor Van Dyck trató de preparar a sus alumnos para un posible choque cultural: desde la realidad del tráfico local –teniendo en cuenta que el grupo se movería en transporte público– hasta cuestiones muy delicadas: “En el instituto hay jóvenes madres que quedaron embarazadas como consecuencia de la violencia. Estas chicas tienen un pasado muy doloroso y, a veces, puede ser angustiante… Queríamos prepararlos para todo esto, pero al mismo tiempo queríamos que vivieran su experiencia plenamente”.
Ahora los alumnos belgas ya han regresado a su país, pero no han dejado de mirar atrás con gratitud. “Estamos inmensamente agradecidos de haber tenido la oportunidad de participar en este proyecto. Reímos, lloramos, sudamos muchísimo y, sobre todo, aprendimos mucho. Kebene ocupará un lugar en nuestros corazones para siempre”, se lee en su página de Instagram, donde es posible revivir toda la aventura.