“Estamos llamados a dejarnos inspirar por estos modelos de santidad, entre los cuales destacan ante todo los mártires, que derramaron su sangre por Cristo, y aquellos que han sido beatificados y canonizados como ejemplos de vida cristiana y nuestros intercesores. Pensemos también en los venerables, hombres y mujeres cuyo ejercicio heroico de las virtudes ha sido reconocido, en aquellos que, en circunstancias singulares, hicieron de su existencia una ofrenda de amor al Señor y a los hermanos, así como en los siervos de Dios cuyas causas de beatificación y canonización están en curso… Todos ellos son nuestros amigos, compañeros de camino, que nos ayudan a vivir plenamente nuestra vocación bautismal y nos muestran el rostro más bello de la Iglesia, que es santa y es madre de los Santos”.
Cada Iglesia local está, por tanto, invitada a promover este recuerdo con iniciativas apropiadas.
También para la Familia Salesiana esta es una gran oportunidad para promover todas las causas de beatificación y canonización acompañadas por la Postulación General en comunión con las iglesias locales. “Esta iniciativa – recuerda el padre Pierluigi Cameroni, Postulador General para las Causas de los Santos de la Familia Salesiana – subraya que las causas son un evento eclesial: tienen una gran relevancia eclesial y constituyen una riqueza que involucra a toda la comunidad cristiana. No son algo privado, sino un don para la Iglesia y un bien de la Iglesia. Dar una dimensión eclesial a una causa es vital. Los procesos de discernimiento, de recogida de testimonios y documentos, la atención a la fama de santidad y de signos que acompañan cada investigación, deben tener esta dimensión eclesial, involucrando diócesis, parroquias, grupos, Familia Salesiana y valorando los lugares de origen, vida y muerte de los candidatos a la santidad”.
Este enfoque eclesial resulta muy eficaz no solo para dar a conocer mejor y directamente a los candidatos a la santidad como testigos ejemplares de la sequela Christi, sino también para fomentar en los fieles la disponibilidad –además de la imitación– a la invocación de gracias y favores espirituales o materiales. De este modo, se refuerza y se desarrolla en ellos un sentimiento de cercanía psicológica y existencial hacia los Santos, una afinidad de corazón y mente, una “simpatía” afectiva y espiritual, una communio spiritualis que, mientras mantiene viva la fama sanctitatis et signorum, desemboca en una verdadera pedagogía de la santidad.
También los ciento setenta y cuatro entre santos, beatos, venerables y siervos de Dios de la Familia carismática salesiana resplandecen “como estrellas en el cielo” en el firmamento de la santidad de la Iglesia. Deben ser buscados, contemplados, agradecidos, invocados como brotes benditos, impregnados de cielo, llenos de Dios, oasis de esperanza que iluminan y sostienen en el peregrinaje terrenal hacia la patria del Cielo.