Los nueve consultores respondieron al interrogante sobre la fama de martirio y su fundamento, es decir, el martirio y su causa. Basándose en este juicio, los cardenales y obispos, miembros del Dicasterio, podrán expresar posteriormente su evaluación sobre el martirio de los siervos de Dios.
El 27 de junio de 1941, en el campo de concentración de Auschwitz (Polonia), murieron a manos de las SS los siervos de Dios padre Jan Świerc, padre Ignacy Dobiasz, padre Franciszek Harazim y padre Kazimierz Wojciechowski. Estos dos últimos fueron asesinados al mismo tiempo, uno al lado del otro. El siervo de Dios, padre Ignacy Antonowicz murió tres semanas después, el 21 de julio de 1941, a causa de los maltratos sufridos ese 27 de junio. El 5 de enero de 1942 falleció el siervo de Dios padre Ludwik Mroczek debido a las torturas y las numerosas operaciones quirúrgicas. Pocos meses más tarde, el 14 de mayo de 1942, en el mismo campo fue ejecutado el padre Karol Golda, acusado de haber administrado el sacramento de la confesión a dos soldados alemanes. El 7 de septiembre de 1942 murió en Auschwitz el siervo de Dios Włodzimierz Szembek, también como consecuencia de maltratos. Todos estos siervos de Dios pertenecían a la Inspectoría "San Jacinto" de Polonia-Cracovia. El siervo de Dios padre Franciszek Miśka, miembro de la Inspectoría salesiana "San Adalberto" de Polonia-Piła, falleció en el campo de concentración de Dachau (Alemania) el 30 de mayo de 1942, tras sufrir torturas y maltratos.
Los siervos de Dios Jan Świerc y sus ocho compañeros dan testimonio de que, incluso cuando la muerte parece haber vencido, los verdaderos vencedores son aquellos que, sufriendo por la fe, participaron de manera extraordinaria en la cruz de Cristo y en su plan salvífico. Retomando las palabras del Papa Francisco: “El Señor da la fuerza, siempre, no la hace faltar. El Señor no nos prueba más allá de lo que podemos tolerar. Él siempre está con nosotros”. Por esta certeza, los nueve siervos de Dios acogieron el martirio con la misma convicción que llevó al apóstol Pablo a escribir: “Todo lo puedo en aquel que me fortalece” (cf. Flp 4,13).
Esta noticia fue recibida con gran alegría, especialmente en las Inspectorías de Cracovia y Piła, en la Familia Salesiana de Polonia y en las comunidades cristianas de origen de los siervos de Dios. “El testimonio martirial de estos hermanos salesianos que enfrentaron con fortaleza la persecución y la muerte por el nombre de Jesús –destacó el Postulador General para las Causas de los Santos de la Familia Salesiana, padre Cameroni– es un ejemplo para nosotros y son intercesores que nos inspiran a vivir con coherencia nuestro bautismo y perseverar en la fe en momentos de prueba y tentación”.