En Sudán del Sur trabaja un misionero de Polonia, el P. Juan Marciniak. Trabaja en las misiones desde 1991. Anteriormente estuvo trabajando en Uganda, Kenia y Tanzania. Sus parroquianos en Uganda lo llamaban “Kikomeko”, es decir “bueno como el elefante”. “La vida en la misión es muy modesta – dice el P. Juan – No sufrimos hambre, pero nuestra comida es simple: arroz, frijoles, algunas verduras, plátanos o naranjas. Cada día es lo mismo, pero ya me acostumbré. Aceptar el estilo de la vida y muchas incomodidades, es la vida cotidianidad del misionero”.
La obra misionera está en el pueblo Manguo, a unos 6 km de la ciudad Maridi, al sur de país. En Maridi los salesianos tienen la Parroquia San Juan Bosco, tres escuelas primarias, una escuela secundaria y un oratorio donde los jóvenes van a jugar fútbol y pasar el tiempo. Junto con la comunidad salesiana viven 10 aspirantes, son aquellos muchachos que estudian en la escuela secundaria y están interesados ser parte de la Congregación Salesiana.
Las escuelas funcionan normalmente gracias a los lugares de la misión y además es un lugar seguro. El problema más grande de los alumnos es el hambre. A menudo van a la escuela sin haber desayunado y duermen en las clases. Muchos comen solo una comida al día, después de volver a casa; pero no siempre pueden.
En la misión de Maridi y en los pueblos vecinos hay muchos niños y jóvenes, porque las familias son muy numerosas. No todos pueden estudiar. La mitad de los niños no va a la escuela, por la pobreza en la que viven.
Los padres son iletrados y no sienten la necesidad de mandar a sus hijos a estudiar y prefieren que los niños se queden en casa, ayuden en el campo, cuiden a sus hermanos menores o mendiguen en la calle. La gente es pobre: “El hambre es su compañero diario – añade el P. Juan. – Por eso a menudo están apáticos, tristes, deprimidos, parecen perezosos. No ven perspectivas de un futuro mejor.”