El Padre Lee fue un misionero salesiano como tantos, y, sin embargo, al mismo tiempo único y extraordinario: su intensa actividad pastoral, desempeñada tanto como misionero como médico en la localidad de Tonj, aunque en un breve período, tocó e influyó de manera profunda en la vida de muchas personas. Hoy esas personas, especialmente los niños y jóvenes con los que el Padre Lee más interactuaba en la cotidianidad de su misión, se han convertido en adultos y en muchos casos, gracias a lo que recibieron y atestiguaron de él, han emprendido caminos de crecimiento feliz, de bien, de altruismo y de éxito.
El Padre Lee se convirtió en salesiano en 1991, cuando ya estaba habilitado como médico. Y muchos de sus exalumnos hoy han emprendido precisamente la misma misión que él, siguiendo sus pasos no solo en la profesión, sino también en las etapas de formación, algunos incluso trasladándose a estudiar medicina en su misma universidad: como los dos doctores Thomas Taban Akot y John Mayen Ruben, quienes fueron alentados por el propio Padre Lee a estudiar medicina para poder ayudar a la gente de su pueblo y que, gracias al apoyo de la “Fr. John Lee Memorial Foundation”, pudieron estudiar en la Universidad de Busan, en Corea del Sur, y después de haber pasado doce años de estudio y prácticas, en este 2024 finalmente se especializaron.
Pero no son solo ellos los únicos ejemplos: Mary Abuk, Arop Garang, Francis Aguek… y varios otros colegas ya aparecen en el cartel del film Risurrezione; pero en total hoy hay ya cuarenta y cinco exalumnos del Padre Lee que asisten a las Facultades de Medicina, mientras que otros están comprometidos en diferentes trabajos estimulantes.
El documental es obra del director Goo Soo Hwan, el mismo del célebre film dedicado también al Padre Lee titulado Don’t cry for me, Sudan – que fue un extraordinario éxito en su país, visto por cientos de miles de personas y que también se proyectó en el Vaticano el 15 de diciembre de 2011 – y representa en cierto sentido la continuación de ese trabajo.
El nuevo trabajo cinematográfico de Goo Soo Hwan retoma, de hecho, a partir de la muerte del Padre Lee y de lo que ocurrió posteriormente. Los estudiantes que él acompañaba en Tonj cayeron en la desesperación al recibir la noticia de su muerte, pero luego comprendieron que debían seguir sus pasos.
Sus alumnos han recogido su herencia espiritual, haciendo suyo su trabajo y sus pensamientos, y han puesto en práctica sus enseñanzas con sus conciudadanos. “Era un niño muy pobre... Ahora tengo una familia”, relata uno de ellos.
El director explicó, sin embargo, que la película no trata solo del compromiso de los estudiantes del Padre Lee. “Se han convertido en personas que dan: aquí importa cómo están viviendo su vida... están viviendo exactamente la vida del ‘Padre’. Ellos me han mostrado qué es la felicidad y qué es realmente el liderazgo”.
Con más de treinta años de experiencia como periodista de investigación, el director del film es conocido por sus intervenciones críticas y duras, y por un compromiso constante en contribuir a cambiar el mundo. “He aprendido que la mejor forma de acusación es el amor – atestiguó tras la realización de este film. – Quería saber si las lágrimas de los estudiantes los habían cambiado. Bueno, ¡sus vidas han cambiado muchísimo!”.
En la cultura sudanesa, llorar en público es motivo de vergüenza, pero los estudiantes no pueden contener las lágrimas cuando piensan en el fallecido misionero salesiano. Quizás se habrán preguntado “¿por qué las cosas malas le ocurren a las personas buenas?”, cuando un día supieron que el Padre Lee no volvería más al Sudán del Sur. Pero, compartiendo el amor que él les había dado, el Padre Lee ha resucitado y su herencia seguirá viviendo.
El Padre Lee fue un ejemplo de amor y dedicación a la fe, a los más pobres y a los más vulnerables. Y hoy su nombre también está presente en los libros de texto utilizados en Tonj: esto significa que los niños que nunca lo han conocido conocerán su nombre y su herencia resistirá al paso del tiempo.
