Alain Pinet nació en Lieja, Bélgica, el 23 de junio de 1959, en una familia que lo crió con gran dedicación y esmero. Él mismo relató: “La mayor parte de mi educación fue seguida por mi abuela (de quien tomé mi segundo nombre). De ella recibí el don de la fe profunda, la alegría, así como el amor al Rosario y la oración, y la fidelidad vivida hasta el final. De mi madre recibí la virtud del amor, la fuerza y la perseverancia. De mi tía, la virtud de la dulzura y la escucha... De mi padre, recibí el don de enfrentar grandes desafíos, de prepararme para hacer bien las cosas y de no tener miedo a nada”.
Hizo el noviciado en Woluwe-Saint-Lambert, en Bruselas, en 1979 y emitió su primera profesión el 30 de agosto de 1980. Realizó la profesión perpetua en 1986 y fue ordenado sacerdote en su ciudad natal, el 23 de junio de 1990. Vivió sus primeros años de actividad apostólica en su país, antes de partir como misionero, cumpliendo su profundo deseo, para la misión salesiana activa entre Hong Kong, Macao y Taiwán.
“Lo recuerdo como un joven muy activo, vivaz, alegre, que sabía animar al grupo y tenía una influencia positiva en todos”, recuerda el Padre Morand Wirth, profesor en la Universidad Pontificia Salesiana, quien fue su formador en el Posnoviciado. “Y ya en esa época percibía claramente, dentro de su vocación salesiana, la vocación misionera”.
“Conocí al Padre Alain cuando apenas había ingresado al aspirantado salesiano. Era una persona alegre y locuaz, que sonreía mucho y siempre estaba dispuesto a compartir sus sentimientos e historias con los demás. No conocía el entorno salesiano y él me acompañaba, charlando a menudo conmigo, ayudándome a discernir mi vocación salesiana. Su disposición para compartir ha permanecido en mi corazón y me hizo desear abrazar el carisma salesiano”, recuerda el Padre Carlos Cheung, hoy Delegado para la Formación en la Inspectoría ‘María Auxiliadora’ con sede en Hong Kong (CIN).
“Pidió durante años ser enviado como misionero a China y llegó en 1993, fue el primer misionero de la nueva generación de audaces testigos del Evangelio en estas tierras”, dice el Padre Lanfranco Fedrigotti, Director de la Casa Inspectorial de CIN. Sobre el Padre Pinet, subraya “la indomable fe y el coraje” manifestados en más de dos décadas de servicio a la juventud china, así como “la ferviente oración, la esperanza inquebrantable y la lucha incansable” durante la época de su enfermedad.
Desde la casa de Hong Kong, el Padre Roberto Tonetto añade: “Aún tengo en la memoria la gran delicadeza de su servicio… No tengo más que palabras de admiración y agradecimiento hacia él. Estoy seguro de que el Padre Alain está en el Paraíso: la enfermedad lo unió a Jesús en la cruz, y su aceptación de la fe, siempre positiva, fue su respuesta”.
Otro mensaje de condolencias llegó del Inspector de Francia y Bélgica Sur, el Padre Daniel Federspiel: “Es una persona que siempre aprecié personalmente, desde sus primeros años en la Congregación (somos de la misma generación) y durante sus visitas a Bélgica y a la Inspectoría”.
Desde la Sede Central Salesiana, el Director de la Comunidad, el Padre Francesco Marcoccio, añadió: “Agradecemos al Señor por su luminoso ejemplo de fe y esperanza, por su presencia fraterna entre nosotros, por su servicio y su deseo de vivir la vida salesiana”.
El Padre Jose Joseph, del Economato General, conoció al Padre Pinet cuando ambos asistían al curso de italiano: “Recuerdo al Padre Alain como un hombre de alegría y fe, muy simpático y afable. Disfrutaba de la vida comunitaria y nosotros lo llamábamos ‘el hombre siempre feliz’. Siempre me recordaba que nunca estamos solos y, de hecho, cuando celebrábamos las primeras misas en italiano, me decía: ‘Jesús, María y todos los santos están alrededor de nosotros’”.
El Director del ANS, el Padre Harris Pakkam, por su parte, afirma: “Nunca se quejaba de nada, ni siquiera en los momentos más dolorosos, y decía que la enfermedad era una oportunidad para sufrir un poco con Jesús. Siempre llevaba alegría a todos: tan pronto ingresó al hospital, tuvo que pasar casi dos días en una camilla esperando, sin siquiera una almohada, pero en lugar de quejarse, formó un pequeño grupo de personas a su alrededor a quienes transmitía buen humor. Y en otra ocasión animó la fiesta de un paciente, compañero de habitación, que celebraba su cumpleaños. Era una persona sensible y generosa, y amaba profundamente a China y todo lo que le recordaba a ella: celebraba también el Año Nuevo Lunar y siempre quería comer con palillos...”.
“Fue un testigo de Cristo crucificado en medio de nosotros. Lo encontrábamos a menudo en la capilla, meditando con los ojos fijos en Cristo. Conocía la gravedad de su enfermedad y supo abandonarse al misterio de Cristo resucitado cada día que luchaba contra el cáncer. Decía que si se curaba, le gustaría enseñarles a los hermanos de la comunidad algunos cantos en francés dedicados al Sagrado Corazón y a María. Ahora estoy seguro de que canta con Cristo resucitado, con los ángeles y los santos, el canto de la Gloria eterna”, expresó el Padre Gildasio Mendes, Consejero General para la Comunicación Social.
El último pensamiento sobre el Padre Pinet lo expresó el Cardenal Á.F. Artime, quien al presidir sus exequias destacó también el testimonio de una vida salesiana gozosa y el sufrimiento vivido en unión con Cristo. Por ello, confiando en la fidelidad de Dios Padre, se mostró convencido de la presencia del Padre Pinet en el Jardín del Cielo.