RMG – Testimonios de vida de los salesianos mayores: desde el "Corso Sorgente" habla el Padre Oreste Valle

11 Junio 2024

(ANS – Roma) – El último salesiano en hablar en el "Corso Sorgente", organizado en el mes de mayo por el Sector de las Misiones y dirigido a los misioneros mayores y con larga experiencia, fue el Padre Oreste Valle. Sardo, de ochenta años, pasó cerca de diez años en Madagascar y más de treinta en Albania. Hoy son muchos los aprendizajes que deja.

El pequeño Oreste nació en 1944 en Arborea, en aquel entonces "Villaggio Mussolini", ciudad donde su familia había sido confinada por el régimen fascista. Sin embargo, incluso de una opresión como esa, surgieron cosas positivas: "Fue allí donde conocí a los salesianos, que eran de una exquisita amabilidad. Yo fui el primer salesiano originario de Arborea, pero en total salimos de allí nueve Hijos de Don Bosco".

Después de su formación salesiana inicial y el estudio de Teología en Padua, con los frailes franciscanos, regresó a su tierra para acompañar a los jóvenes del Centro de Formación Profesional Salesiano en Selargius. "Quedé impactado el día en que participé en la primera Misa allí – cuenta –: de cuatrocientos chicos, solo una decena fueron a recibir la Santa Comunión. Entonces entendí que algo debía cambiar a nivel pastoral, y pedí ayuda a otros agentes pastorales de otras parroquias, comenzando a realizar diferentes encuentros con jóvenes, desde el viernes hasta el domingo".

Poco a poco esa situación fue cambiando: en Navidad, alrededor de treinta chicos hicieron la Primera Comunión y en Pascua la hicieron todos los demás. "El objetivo era simplemente lograr que esos chicos, desde allí, pudieran seguir normalmente el camino de la vida sacramental" explica.

También en Cagliari, en la obra "San Paolo", el Padre Valle se dedicó, sobre todo, a la vida parroquial y a la catequesis de los más pequeños, que eran formados por cientos: "Esos fueron los años más fructíferos de mi vida sacerdotal, antes de partir a las misiones".

Fue en esa época, en 1981, cuando su Inspector le preguntó si quería participar en el Proyecto África. "Me lo dijo justo después de la Misa, pero entendí lo que quería apenas lo vi. Le respondí que sí, de inmediato, sin siquiera discutir las condiciones".

Descubrió, entonces, solo después, que el desafío no era tan sencillo: "Se trataba de adquirir una granja grande, 126 hectáreas de tierra, que era propiedad de la diócesis, para convertirla en una granja modelo, que también pudiera servir para la educación de los jóvenes, especialmente de un grupo llamado 'jóvenes católicos malgaches', muy activos y dispuestos a ayudar".

Pero el primer contacto no fue en absoluto fácil: "Encontré una realidad realmente desastrosa, nos llevó tres meses solo arreglar la casa donde íbamos a vivir. Luego no había electricidad, y durante diez años estuvimos iluminados solo con velas". Además, ni él ni sus dos compañeros enviados con él tenían las habilidades necesarias para realizar el proyecto asignado.

Sin embargo, en esta circunstancia, el Padre Valle también descubrió el valor de las pequeñas comunidades cristianas: "Son un don de Dios porque nos ayudan a compartir la realidad que se vive. Nosotros después de las seis nos sentábamos, discutíamos y rezábamos juntos".

Otras dificultades surgieron en los años siguientes, ya que primero uno de los tres salesianos de la comunidad se enfermó y luego un sacerdote de una comunidad cercana desapareció repentinamente. Así que para el Padre Valle y su otro compañero restante, el trabajo era realmente mucho. Pero lo llevaron adelante, extendiendo así también el nombre de Don Bosco en la zona y el prestigio de la acción salesiana, que a finales de esa década incluso llegó a recuperar una zona pastoral dejada por los jesuitas.

Desafortunadamente, la vida en misión también dejó huella en la salud del Padre Valle, quien también tuvo que regresar a Italia. Pero el espíritu misionero no se había debilitado, y así en 1991 él partió nuevamente hacia Albania, apenas disponible para la evangelización después del colapso del régimen comunista. "Don Michele Gentile, que ya estaba allí, nos enviaba cartas para que comenzáramos a aprender albanés" recuerda el Padre Valle salesiano mayor, pero nunca desanimado. Así, después de un diálogo con el entonces Rector Mayor, Don Egidio Viganò, él también partió hacia el País de las Águilas. "Fuimos sin saber muy bien a qué nos enfrentábamos. Y las cosas no fueron fáciles esta vez tampoco. Llegamos y el primer día ni siquiera encontramos qué comer".

El hambre fue compartida con la población. Al respecto, el Padre Valle cuenta una anécdota significativa: "Una vez, en Jueves Santo, una monja dijo a la gente que íbamos a celebrar la Cena del Señor. Así que muchos pensaron que habría comida, ¡y a la iglesia vino una multitud de personas que ni siquiera sabían qué se estaba celebrando!".

A pesar de todas las dificultades iniciales, al final el Padre Valle contribuyó al pleno logro del proyecto para el cual los salesianos habían sido enviados a Albania: el inicio de dos presencias en el país, en Tirana y en Scutari; e hizo incluso más, porque en el espíritu de disponibilidad que siempre lo ha caracterizado, colaboró durante seis años con las diócesis locales en la gestión de algunas comunidades que cambiaban de administración.

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