Nacido en 1940 en Rignano Garganico, cerca de San Giovanni Rotondo – el país en el que residió durante muchos años San Pío de Pietrelcina, “Padre Pío” – el Padre Gentile ha sido parte de una numerosa fila de Hijos de Don Bosco provenientes de esa tierra: dieciséis en total, entre los que se cuenta su tío, el Padre Angelo Gentile, a pesar de que en la zona no había casas salesianas.
Se formó entre Portici, donde hizo el noviciado – “aunque aún sin una verdadera conciencia vocacional”, como admite con franqueza –, Turín, donde estudió Teología – y maduró plenamente su vocación –, y Bari, donde obtuvo la Licenciatura en Ingeniería Electrónica. Se hizo sacerdote en 1981 y prestó servicio durante cerca de una década en las casas de su misma región.
Sin embargo, la segunda vocación, la misionera, había comenzado a manifestarse mucho antes, simultáneamente, o quizás incluso antes, que la religiosa y sacerdotal. “Empecé a sentir el deseo de ir a la misión cuando aún estaba en el aspirantado, porque los misioneros pasaban a menudo contando sus experiencias”, testifica.
En 1988 parecía que estaba destinado a Madagascar, pero la Providencia tenía otros planes para él; así, al final, se encontraron otros dos salesianos para ese destino y él no partió. Pero era solo cuestión de tiempo. En 1991, con el colapso del régimen comunista y ateo en Albania, comenzaron a llegar masivas olas de migrantes y refugiados a las costas de su Puglia, hasta quince o veinte mil en un solo día.
Ya algunos meses antes de los desembarcos, el Padre Gentile había sido enviado al “País de las Águilas”, por mandato del mismo Rector Mayor de la época, el Padre Egidio Viganò, instado a su vez por el Vaticano y por un sacerdote albanés. La suya había sido una visita exploratoria, para conocer el contexto social del país. Así, cuando la situación del país mostró toda su gravedad, el Padre Viganò pidió al Inspector de Italia Meridional, el Padre Luigi Testa, que enviara con urgencia a algunos salesianos, y entre ellos estaba el Padre Gentile. Era julio de 1991.
“Lo que encontramos ante nuestros ojos era un desastre total”, afirma sin rodeos el salesiano. De hecho, tuvo que regresar y volver después de algunas semanas con el apoyo de otro personal, miembros de la ONG salesiana “Volontariato Internazionale per lo Sviluppo” (Voluntariado Internacional para el Desarrollo) y así sentar las bases de la misión salesiana en el país.
No fue fácil, pero tampoco faltaron las bendiciones inesperadas: como la ayuda espontánea de algunos jóvenes albaneses, felices de acoger en su patria a alguien que se preocupara por ellos, y que gracias a un poco de italiano aprendido a través de la televisión, hicieron de puente para establecer los primeros contactos y conexiones.
El proyecto salesiano fue claro y bien configurado desde el inicio: se trataba de abrir dos obras distintas, en Shkodra, en el norte, y en Tirana, la capital. Obras que, de hecho, pronto vieron la luz y prosperaron, tanto que en 1996 se inauguró la escuela profesional de Tirana, en presencia de los presidentes nacionales italiano y albanés, y al año siguiente el entonces Rector Mayor, el Padre Juan Edmundo Vecchi, inauguró y bendijo el oratorio y la primera piedra de la casa salesiana.
La historia de la misión salesiana en Albania, a la que el Padre Gentile ha dedicado toda su vida desde los años noventa hasta hoy, está sólidamente entrelazada con las complejas vicisitudes que el país ha vivido tras el colapso del régimen. “En marzo de 1997 estalló la guerra civil en Albania, por lo que los salesianos de Tirana se vieron obligados a regresar a Italia. Pero la obra fue defendida por jóvenes animadores, que se encerraron en la casa con armas. Y en 1999, en cambio, en la casa salesiana se instaló un campo de refugiados para acoger a la población kosovar”, recuerda aún el salesiano.
Pero los cimientos de esas casas eran sólidos y las estructuras han resistido el paso del tiempo, y – es más – han difundido su carisma en otros lugares. Hoy en día en Albania hay tres obras: en Tirana, con escuelas técnicas, oratorio, centro juvenil, parroquia, y centro de día para jóvenes Rom; en Shkodra, con internado, parroquia, oratorio y cursos profesionales; y en Lushnje, en la parte centro-sur de Albania, con parroquia y oratorio.
Y la presencia salesiana en los Balcanes se ha ampliado también con otras dos casas en Kosovo, en Pristina y Gjilan, siempre dependientes de la Inspectoría de Italia Meridional (IME); y una más en Montenegro, en Podgorica, asignada al cuidado de la Inspectoría de Eslovenia (SLO).
Por su parte, el Padre Gentile, pionero de esta obra, con ochenta y cuatro años, aún no se ha jubilado, sino que continúa su misión con celo, como vicario en la casa de Tirana.