Es conmovedor ir a la primitiva capilla Pinardi de Turín, verdadera Porciúncula salesiana, y contemplar la pintura de fondo que representa la Resurrección. El Misterio Pascual marcó la existencia de Don Bosco y le condujo al corazón del acontecimiento cristiano: recibió la Primera Comunión el Domingo de Pascua de 1826; inició el Oratorio con sede permanente en Valdocco en la Pascua de 1846 (12 de abril); fue canonizado por Pío XI el 1 de abril de 1934 Domingo de Pascua, Año Santo de la Redención.
En la carta decretal de proclamación de la santidad de Don Bosco, Pío XI se expresaba así: "Hoy, en efecto, a nosotros, fortalecidos por la virtud infinita de la Sangre del Redentor Crucificado, por el poder vicario con que nosotros honramos, nos es concedido añadir a esa hueste de Santos otro héroe de santidad, que, por los tantos y tan grandes beneficios que continuamente aporta a la religión y a la civilización con su filiación espiritual, vivirá en el recuerdo y en la bendición hasta el fin de los tiempos: Queremos decir Juan Bosco, a quien hace pocos años contábamos entre las glorias de los Beatos, y que (el recuerdo es todavía dulce en mi mente) no sólo consolaba a nuestra juventud con su aspecto y sus palabras, sino que con sus obras maravillosas y el esplendor de su virtud atraía toda nuestra admiración. De hecho, en el otoño de 1883, siendo un joven sacerdote, el P. Achille Ratti fue a visitar a Don Juan Bosco y su Oratorio en Turín Valdocco, donde permaneció dos días, se sentó a la mesa de Don Bosco y se marchó lleno de profundos y agradables recuerdos. Ese contacto que tuvo con el Santo fue casi siempre para él motivo de orgullo.
Si vas a San Pedro, verás que el único santo acompañado por dos jóvenes es San Juan Bosco. Y los dos jóvenes son Santo Domingo Savio y el Beato Zefirino Namuncurà. Es una especie de himno a la santidad salesiana, a la santidad del maestro y de los discípulos. Este grupo de santos se encuentra en el lado derecho de la nave, sobre la antigua estatua de bronce de San Pedro, como para subrayar la gran devoción del Santo al Vicario de Cristo.
En la carta apostólica Iuvenum Patris San Juan Pablo II destaca que Don Bosco "realiza su santidad personal a través de su compromiso educativo vivido con celo y corazón apostólico, y que sabe proponer la santidad como meta concreta de su pedagogía. Precisamente ese intercambio entre "educación" y "santidad" es el aspecto característico de su figura: es un "santo educador", se inspira en un "santo modelo" -Francisco de Sales-, es discípulo de un "santo maestro espiritual" -José Cafasso-, y sabe formar entre sus jóvenes un "santo educando": Domingo Savio... En la Iglesia y en el mundo la visión educativa integral, que vemos encarnada en Juan Bosco, es una pedagogía realista de la santidad. Urge recuperar el verdadero concepto de 'santidad' como componente de la vida de todo creyente. La originalidad y audacia de la propuesta de una "santidad juvenil" es intrínseca al arte educativo de este gran Santo, que puede ser llamado con razón "maestro de espiritualidad juvenil". Su secreto particular era el de no defraudar las aspiraciones profundas de los jóvenes (necesidad de vida, de amor, de expansión, de alegría, de libertad, de futuro) y, al mismo tiempo, hacerles experimentar de manera gradual y realista que sólo en la "vida de la gracia", es decir, en la amistad con Cristo, se realizan plenamente los ideales más auténticos".
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