La celebración de la Eucaristía del XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario en la basílica salesiana comenzó con una alocución de saludo al Cardenal Fernández Artime por parte del Superior de la Circunscripción Especial Italia-Piamonte y Valle d'Aosta (ICP), Padre Leonardo Mancini, quien dijo en su mensaje: "Nos sentimos honrados por la elección del Papa Francisco de llamar a su persona entre sus colaboradores más cercanos. Más allá del sano orgullo que sentimos por la Congregación y la Familia Salesiana, nos parece muy hermoso y significativo que haya querido que otro Hijo de Don Bosco, su décimo Sucesor, esté cerca de él, para ayudarle a guiar a toda la Iglesia".
A continuación, refiriéndose a la atención del Santo de la Juventud, a los jóvenes, especialmente a los más pobres y necesitados, y a la educación integral, el Padre Mancini afirmó que "también la Iglesia necesita adquirir cada vez más la perspectiva con la que Don Bosco miraba al mundo", y concluyó dirigiéndose de nuevo al Padre Á.F. Artime, asegurándole las oraciones de todos, pero también confiándole: "Sabemos muy bien que lo que se requiere es un servicio y un compromiso. Pero también hemos experimentado vuestro coraje, vuestro empuje, vuestro deseo de hacer el bien, al estilo de Don Bosco".
Mientras continuaba la misa, oficiada en presencia de varias autoridades civiles, militares y religiosas, numerosos salesianos -entre ellos el Consejero General para la Formación, Padre Ivo Coelho, y el párroco de la basílica, Padre Michele Viviano- y numerosos miembros y representantes de la Familia Salesiana, el Rector Mayor ofreció la reflexión de la homilía.
"Don Bosco era verdaderamente un genio en tantas cosas de la pedagogía universal: todo era bueno para dar motivo a la fiesta, para suscitar emociones", recordó en sus palabras de apertura, comparando el ambiente festivo hábilmente alimentado por el Fundador de los Salesianos con el día de fiesta que se celebraba en Valdocco en su honor.
Luego recordó cuando a Don Bosco le propusieron ser nombrado Monseñor, pero él se negó, pensando cómo se sentirían sus muchachos al tener que relacionarse con un Monseñor en el patio. Y dejó claro que, en su caso, el nombramiento como Cardenal, recibido por sorpresa y conocido por todos el 9 de julio, tras haber sido difundido por los medios de comunicación de todo el mundo, era algo que lo precedía y lo superaba, y que aceptó como "una obediencia" con espíritu de fidelidad al Santo Padre.
Al mismo tiempo, más allá de los honores que se puedan conceder, reiteró que "para nosotros, creyentes, la autoridad, si no es para servir, no sirve de nada", e ilustró el lema elegido para su nombramiento - "Sufficit Tibi Gratia Mea" (Te basta mi gracia)- como emblema de su confianza en el acompañamiento constante de la Divina Providencia.
A continuación, explicó el significado del cardenalato como un servicio a la comunión de la Iglesia y en manos del Papa, que está llamado a gastar su autoridad moral en un mundo cada vez más complejo y actualmente plagado de más de treinta conflictos.
Finalmente, adentrándose en el análisis y explicación de la Liturgia del día, invitó a todos los fieles a guardar en el corazón la certeza de que Jesús es el Buen Pastor, que no deja que nada falte a sus hijos; y a trabajar juntos para crear un mundo de fraternidad, donde sea posible acoger juntos la invitación al banquete y fiesta de bodas que Dios hace a cada uno de sus hijos.
Por último, cabe destacar que inmediatamente antes de la Misa se descubrió, bendijo e inauguró en uno de los nichos de la Basílica de María Auxiliadora un monumento dedicado a San Artémides Zatti, salesiano coadjutor y enfermero de los pobres, italiano de nacimiento pero naturalizado argentino, beatificado en 2002 por el Papa Juan Pablo II y canonizado en 2022 por el Papa Francisco. En la misma ocasión, también se inauguró una exposición dedicado al santo enfermero, que aún puede visitarse hasta el 30 de noviembre en la basílica salesiana.