De hecho, en 1934 Artémides Zatti tuvo una experiencia que quedó memorable en su vida. El día de Pascua, 1 de abril, se celebraba en Roma la solemne canonización de Don Bosco. De todas las partes del mundo fueron enviados salesianos a la Ciudad Eterna como representantes de las diversas Inspectorías y comunidades para asistir a la glorificación del Fundador. El Inspector de la Patagonia, padre Gaudenzio Manachino, eligió a Artémides Zatti para representar a los salesianos coadjutores, dando el anuncio durante los Ejercicios Espirituales. Hubo consenso general para esta elección, tal era el prestigio y la estima que ya gozaba el Zatti entre todos. Él también estaría feliz de poder volver a ver Italia, de la que había estado ausente durante más de 30 años.
Un traje le fue prestado por el Dr. Harosteguy, mientras que la señora María Vásquez Linares, esposa del sastre Linares, le hizo un traje nuevo para esa ocasión. Un cura hospitalizado le prestó una vieja maleta y en Buenos Aires el padre Luigi Cencio le sacó el pasaje en tercera clase en el "Neptunia", mientras el Inspector le enviaba una carta de presentación a las casas de Italia.
El viaje duró 16 días. Zatti estuvo en Turín, donde visitó los lugares santificados por la presencia de Don Bosco, incluido el Colle, donde nació el Santo de la Juventud.
En la correspondencia sólo quedó una postal enviada desde Turín: “Desde el pie del altar de nuestra querida Madre María Auxiliadora a quien he pedido (y seguiré pidiendo) una especial bendición para todo el personal del Hospital San José, a cada uno en particular le dirijo el más afectuoso saludo, rogando que Dios, por intercesión de San Juan Bosco, derrame sobre todos su copiosa bendición – Artémides Zatti”.
Después de haber participado en la canonización de Don Bosco en Roma, hizo una rápida visita a Boretto, su ciudad natal. El 28 de abril de 1934 se embarcó en Nápoles en el barco "Oceanía", con un buen peso de recuerditos para los amigos de Viedma, llegando con gran alegría a mediados de mayo. Uno puede imaginar la recepción y todo lo que siguió. Los recuerdos de la visita al Cottolengo se entrelazaban con los del encuentro con el Papa y con Don Bosco santo. Estas fueron las únicas vacaciones reales de Zatti: su espíritu, más que su físico, se renovó.
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