Andrés reside en Kalulo, una aldea a la que llegó hace poco más de un año, luego de estar en otros poblados de Angola. "Hay muchos pájaros y selvas, hay bananeros y cafetales. Es una tierra muy rica en Angola". El país africano fue colonia de Portugal hasta 1975, y si bien hablan portugués, la lengua kinbundu predomina en la aldea. "Los primeros 15 años fueron difíciles, sobre todo por la guerra.
Éramos 10 misioneros salesianos cuando iniciamos la obra y todos extranjeros. Hoy somos 100 y 25 somos de afuera, los demás son oriundos del lugar y es el fruto de nuestro trabajo: siguen nuestros pasos y esto es una bendición de Dios".
Andrés asegura que nunca se arrepintió de la vida que eligió, aunque hubo veces que el miedo lo hizo dudar. "Pensé en irme de Angola, pero fue un pensamiento pasajero", aseguró. Incluso cuando casi pierde la vida al contraer malaria cerebral y tuvo que estar un mes internado, de los cuales pasó 10 días en terapia intensiva.
Cuando está en Kalulo, Andrés, se levanta temprano, celebra la misa y luego comienza la mañana en la escuela: educando.
Recordó los momentos tristes que le tocaron atravesar, enterrar los muertos que dejaba la guerra, ya que la gente huía de los poblados. O cuando en una aldea que fue incendiada en un combate encontraron, tras dos días, a una niña de 7 años gravemente quemada agonizando. Afortunadamente pudieron rescatarla, curarla, llevarla a otra ciudad para que la internaran en un hospital del quemado y a los dos o tres meses se recuperó. "Fueron cosas fuertes que me tocaron pasar", aseguró.
Cuando su madre se reponga volverá a seguir cultivando la esperanza de un mundo mejor entre los jóvenes angoleses.