“Ella es la encargada de organizar la ayuda que llega desde todo el mundo y de determinar dónde se distribuirá”, confirma el prelado.
En su servicio humanitario durante estos dos meses y medio de guerra, la Hermana Iryna ha visto de todo, aunque siempre mantiene la sonrisa y la calma típicas de su instituto de las Hermanas Seráficas: "Después de los bombardeos en Kiev, dos niñas de 3 años y 5 años, junto con su madre y su abuelo, estaban durmiendo en una caja... Son cosas que realmente no se pueden transmitir con palabras... Necesitaban de todo ", les señaló al padre Roman Sikon, SDB, y Michael Krol, de “Misiones Salesianas”.
La ayuda ha llegado de todas partes del mundo y ya ha llenado, además de las aulas utilizadas como almacén, gran parte de los pasillos de las iglesias. “De diferentes partes del mundo salesiano, desde Polonia, Croacia, Alemania, Italia”, dice la monja y concluye con un mensaje lleno de gratitud y bendiciones: “Estamos verdaderamente agradecidos a todos los que han ayudado en todos los sentidos, materialmente, económicamente y también con la oración. Que Dios les recompense y que San José les cuide como lo hizo con el Hijo de Dios”.
El mismo mensaje es el de Mons. Kryvytskii; porque si es cierto que son ellos los que están allí, empeñados en llevar ayuda a los más necesitados, detrás hay una gran y vasta red de organizaciones, benefactores y personas de buena voluntad que se esfuerzan al máximo por dar una caricia a aquellos que en este momento están más probados. “Estamos muy orgullosos de poder ir para ayudar a esa gente que necesita pan material y pan espiritual. Y quiero agradecer de todo corazón a todos los que nos permiten ayudar con estos dos tipos de pan”, concluye el prelado.
De hecho, la ayuda de la red salesiana a la población ucraniana no solo es amplia y extensa, sino que también se caracteriza poniendo atención en los detalles. Esto se ve también cruzando la frontera occidental del país y llegando a Polonia, a la ciudad de Czerwińsk nad Wisłą, donde los Hijos de Don Bosco hospedan actualmente a unas 40 personas, casi todas mujeres con sus hijos y algunos ancianos, en su mayoría escapados de la Área de Zhitomir.
Ellos han huido debido al miedo a las bombas, misiles y de los angustiantes sonidos de las sirenas antiaéreas. En los salesianos polacos no sólo han encontrado un refugio, un techo, sino sobre todo una bienvenida amorosa y respetuosa. “Recibimos a los refugiados en un edificio separado del nuestro, en lo que solía ser la Casa del Peregrino, para que puedan ser en gran medida independientes -explica el padre Akacjusz Cybulski, director del oratorio salesiano de la obra-. Pero al mismo tiempo nuestros caminos se cruzan a menudo en el refectorio, donde desayunamos y cenamos juntos”.
“En resumen: una cierta independencia, un poco de distancia respetuosa, para que todos se sientan a gusto; pero por otro lado, con cercanía, atención, cuidado y presencia”, concluye el padre Cybulski.