Alimentos, medicinas, acceso a servicios bancarios, posibilidad de recibir salarios, comunicación con el exterior, abastecimiento de mercancías en los supermercados, libertad de circulación... son todos bienes y derechos que han sido brutalmente suspendidos en la región desde el inicio de la guerra, denuncian desde la Eparquía de Adigrat, que abarca también la Región de Tigray.
Guerra que por otra parte, causó todo tipo de atrocidades y abusos a la población civil: masacres, violencia de género y violaciones de guerra, saqueos e incendios dolosos de propiedades, viviendas, lugares de culto, actividades económicas, sanitarias, educativas, culturales, etc… Unos 1,7 millones de menores se han visto privados del acceso a la educación durante todo este tiempo, provocando daños que no serán resarcibles en modo alguno.
Recientemente también han circulado por las redes sociales impactantes imágenes de crímenes de lesa humanidad, como las que muestran a algunos prisioneros de guerra que son quemados vivos. Aunque corresponde a las autoridades internacionales verificar y atribuir responsabilidades, la sola circulación de tales escenas es en sí misma consternadora y espeluznante.
Las necesidades humanitarias en la región de Tigray son enormes y toda la población se ha visto afectada: incluso muchos profesionales que en el pasado habían contribuido al desarrollo de todo el país ahora se mueren de hambre y se ven obligados a pedir limosna para sobrevivir a una hambruna inducida por manos humanas y a enfermedades fácilmente prevenibles.
Mujeres, niños, ancianos, personas de todos los orígenes mueren a cada minuto, porque se ven privados de sus derechos sacrosantos a la vida, a los servicios básicos, y por la falta de acceso -significativo y proporcionado ante las necesidades actuales- a la ayuda humanitaria que salva las vidas.
Ante esta aterradora realidad, la Iglesia Católica en Tigray condena todas las atrocidades, crímenes y exige: acceso ilimitado a la ayuda humanitaria; que todos los servicios y derechos suspendidos vuelvan a ser permitidos allí y en otras regiones donde sea necesario; la retirada de las fuerzas armadas de Tigray y el regreso de todos los desplazados a sus hogares; y finalmente, un diálogo pacífico para acabar con esta guerra fratricida.
Sin una acción rápida por parte de toda la comunidad internacional, las vidas de millones de personas en Tigray permanecerán al borde de la muerte.
Fuente: Eparquía de Adigrat