Polonia – Historias de esperanza y de generosidad que brillan sobre el fondo oscuro de la guerra

07 Abril 2022

(ANS – Varsovia) Hasta hace dos meses Alina vivía feliz en Dnipro junto a su familia. Profesora de baile y también representante de Ucrania a nivel internacional en competiciones de hip hop, dance y house, su vida cambió el 24 de febrero, junto a la de millones de ucranianos, cuando Rusia invadió su país. “Los bombardeos fueron el primer día y después la situación estuvo tranquila, pero la tensión por las continuas sirenas antiaéreas nos obligó a tomar la decisión de salir del país”, explica.

Con su madre, su hijo de cuatro años y dos maletas, emprendieron un viaje a la frontera que se alargó durando siete días. Alina recuerda que “primero fuimos en tren, luego en coche, después otra vez en tren… Los trenes iban llenos de gente, donde cabía una persona, viajaban cinco, no había agua y colas para ir al baño… fue horrible y en algunos sitios ni paraba. La gente se montaba sin billete con tal de huir de la guerra”.

En una etapa del viaje, en la ciudad polaca de Chelm y buscaron entre sus contactos de amigos y familiares quién podría ayudarlos. “Al final, un antiguo jefe de mi madre nos ayudó desde Varsovia y alquiló un apartamento para nosotros”.

Después, “fuimos a la embajada y un hombre nos dio un sobre que contenía dinero para nuestros gastos; además, nos hablaron del oratorio salesiano en Varsovia y encontramos un lugar acogedor y un gran ambiente familiar, así que empezamos a participar en todas sus actividades diarias”, explica la joven docente.

Desde la semana pasada, Alina tuvo la posibilidad de dar clases de baile a los niños, muchos de ellos también refugiados ucranianos, que acuden al oratorio salesiano: “Me he sentido muy feliz volviendo a bailar y a enseñar a bailar a los más pequeños, y muy agradecida por la confianza que me han dado”, declaró la bailarina a Alberto López de “Misiones Salesianas”.

Acostumbrada a viajar y a conocer muchos países, Alina quiere darse un tiempo para decidir su futuro. “Mi hijo no sabe polaco y le está costando adaptarse, pero le he contado la verdad: que un hombre malo atacó nuestro país y que nuestra casa está en peligro”. Si la guerra acaba pronto regresaremos a nuestra casa porque la extrañamos... Pero si dura mucho, buscaremos otro país para vivir donde pueda trabajar en mi profesión y también ayudar a los refugiados que haya en ese país”, concluye.

La determinación y el coraje de Alina, así como las buenas obras de los benefactores que encontró en su camino, devuelven algo de esperanza tras la noticia de las masacres ocurridas en suelo ucraniano.

Como la confianza que generan los pequeños o grandes gestos de solidaridad y generosidad que siguen llegando desde los ambientes salesiano. Por ejemplo, la pequeña contribución ofrecida por la comunidad salesiana de Lufubu, en el norte de Zambia. El Centro de Formación Agrícola Don Bosco respondió al llamado de solidaridad vendiendo una vaca y destinando lo recaudado a la causa de los refugiados ucranianos. Se trata probablemente de una pequeña cantidad, en términos absolutos, pero, como el óbolo de la viuda de la memoria evangélica, es un signo de hermandad de gigantesco valor.

Y en el tema de la ayuda, no hay que olvidar las donaciones recogidas y enviadas en estos días por la Procura Misionera Salesiana de Canadá, ni el primer proyecto solidario lanzado en estos días en favor de Ucrania por la Inspectoría “María Auxiliadora” con sede en Hong Kong (CIN).

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