Verú recuerda que desde muy pequeño se fue a vivir con su hermano. Luego, fue llevado a un hogar y sus vidas se separaron. Años después se reencontraron seducidos por un uniforme, un arma y el dinero fácil. Entraron a formar parte de las FARC.
Fueron años duros de entrenamientos, disciplina, combates y también hambre y falta de cariño. El hermano mayor de Verú siempre fue un alma libre al que le gustaba pasear por la selva. Fue avisado varias veces. Ésa fue su última oportunidad, porque la siguiente decisión no fue el castigo, ni la tortura, sino directamente el fusilamiento.
Verú recuerda la frialdad de la despedida de su hermano antes de ser asesinado a manos de sus propios compañeros: "Nos dimos un fuerte abrazo y él simplemente me dijo 'cuídese, Chino. Chao'. No lo volví a ver más ni tampoco estuve presente en el fusilamiento".
"El comandante, en la siguiente formación, dio la noticia de su muerte. Ese día todo cambió y dejó de tener sentido estar allí, así que empecé a pensar en huir". Su vida dio un giro. Llegó donde unos familiares y se entregó. Lo llevaron al centro que atienden los Salesianos en Medellín.
Desde aquel día, Verú es el protagonista de su propia historia y, gracias a su esfuerzo, ha conseguido ponerse al nivel académico de cualquier adolescente de su edad. En los últimos años ha pasado de creer, decir y defender que “un arma te daba la vida y no tenerla te la quitaba en cualquier momento” a contagiar su esperanza en el proceso de paz que vive el país porque, argumenta, “la paz empieza por uno mismo”.
Fuente: Misiones Salesianas