Hasta ahora su primer compromiso fue conocer la realidad y la cultura italiana, a la que fue catapultado desde Argentina -en retrospectiva, casi un 'regreso a casa': de la primera tierra misionera salesiana a la cuna del carisma y de las misiones de Don Bosco.
El P. Antúnez, ahora de 61 años, conoció a los salesianos a los 13 años y quedó impresionado por ellos: conoció a jóvenes estudiantes de teología que estaban llenos de ganas de estar con los jóvenes y se preguntó si ese entusiasmo que presenciaba y que sentía nacer en sí mismo podría transformarse en vocación, y en qué forma debería expresarse. La primera respuesta la dio el 31 de enero de 1983, a los 24 años, cuando hizo sus primeros votos.
Pasaron otros 12 años antes que la participación en el carisma salesiano se materializara en la ordenación sacerdotal: enseñaba materias a los jóvenes cuando decidió dedicarse al servicio pastoral. Estuvo destinado en Puerto Deseado, provincia de Santa Cruz, durante cuatro años; posteriormente fue enviado más al sur, hasta Río Grande y Ushuaia, donde, por mandato del entonces Rector Mayor, el padre Pascual Chávez, se le encomendó la tarea de relanzar la presencia salesiana en la ciudad.
En total, pasó 18 años en la Patagonia, abordando la cuestión crucial del desarraigo de los jóvenes en esa región: un desgarro para cualquier proyecto educativo, un dolor para quienes quieren construir relaciones duraderas. Más tarde, llamado a Buenos Aires, colaboró con el entonces Inspector ARS, convirtiéndose en su Vicario y luego también en Ecónomo Inspectorial.
“Siempre he seguido lo que Dios me pidió a través de la Congregación -comenta hoy-. Ahora estoy aquí para llevar mi experiencia al servicio de las 'Misiones Don Bosco', por supuesto. Pero probablemente también para releer mi camino espiritual”.
“La Patagonia formó mi corazón -continúa el salesiano argentino- porque viví el carisma de la Congregación con grandes salesianos y en contacto directo con los jóvenes. Hoy tengo la oportunidad de 'pasar' a visitar a Don Bosco todos los días. Cuando me ofrecieron el nuevo encargo inmediatamente pensé: ¡Ahora me voy a vivir con él!".
Con la confianza de quien cree en la Providencia y con la típica alegría salesiana, concluye: “Vivo esta nueva experiencia como un don, feliz de ser salesiano. Cuando miro mi historia, me digo que no es posible que yo la haya escrito: ¡Dios la escribió!"
Más información en: www.missionidonbosco.org