Entre los heroicos confesores de la fe, merecen ser recordados dos mártires de la Familia Salesiana vinculados a estas dos Naciones: el Beato Esteban Sándor (1914-1953), salesiano coadjutor húngaro, víctima de la fuerte represión antirreligiosa del régimen comunista, beatificado en Budapest el 19 de octubre de 2013; y el beato Titus Zeman (1915-1969), salesiano sacerdote, eslovaco, mártir de las vocaciones, beatificado en Bratislava el 30 de septiembre de 2017.
Esteban Sándor en 1938, con un grupo de monaguillos que él animaba, participó en el Congreso Eucarístico Internacional de Budapest. En esa ocasión también estaba de visita en Hungría el entonces Rector Mayor, Don Pietro Ricaldone, quien, impresionado por el grupo de monaguillos encabezado por ese joven coadjutor, exclamó en latín florido: "Admirabilis, inimitabilis". Este grupo de chicos tenía alrededor de cien miembros. La animación de los monaguillos de Stefano Sándor no se limitó solo al servicio en el altar, sino que requirió la participación en una formación espiritual seria, a través de la oración, el canto y la asistencia regular a la liturgia. Los chicos también pasaban juntos su tiempo libre. El amor a Jesús en la Eucaristía llevará a Esteban Sándor a dar su vida especialmente por la juventud húngara.
De otro lado, Titus Zeman, nacido en una familia especialmente devota de María, como todos los eslovacos, cultivó la devoción a la Virgen de los Dolores, venerada en el Santuario de Šaštín. En 1925, cuando tenía 10 años, quiso ir en peregrinación. Pero, estando enfermo, tuvo que renunciar. Luego pidió a los peregrinos que lo recordaran, mientras él rezaba desde casa. Unos días más tarde, cuando regresaron, consiguió que su padre le llevara a la puerta: quería así participar de las bendiciones que traían los peregrinos. Para Tito, sin embargo, fue suficiente vislumbrar la cruz que abrió la procesión desde lejos para satisfacer su deseo. Luego entró en su casa: en esos breves momentos había sucedido algo grandioso.
De hecho, Titus fue sanado por intercesión de la Santísima Virgen. En los días anteriores, sin informar a sus padres, había hecho la promesa a María de que, en caso de recuperación, "se convertiría en su hijo para siempre". En estas singulares palabras, Titus había resumido una firme intención de consagración. Y como el año anterior los salesianos habían inaugurado su primera casa eslovaca en el Santuario de Šaštín, Titus decidió que se convertiría en salesiano sacerdote: la casa de los salesianos, él decía, ¡es la casa de María!
Encomendándose a María y animado por el espíritu apostólico de Don Bosco, ofreció su vida por la salvación de las vocaciones, afrontando las persecuciones y obteniendo la palma del martirio.