El 1º de febrero de 2021, el ejército de Myanmar dio un golpe de estado y arrestó a la presidenta, al consejero de Estado, a muchos miembros del gobierno y a civiles. Fue el final de 5 años de un experimento de democracia en el país bajo el liderazgo de Daw Aung San Suu Kyi. Myanmar ha permanecido bajo una dictadura militar desde 1962, aunque con diferentes nombres. Solo en 2015 se instaló un gobierno elegido democráticamente.
Pero esta vez las cosas son muy diferentes. El pueblo de Myanmar, especialmente los jóvenes, no se doblegan ante la junta. Decenas de miles de personas protestan diariamente en todas partes de Myanmar. El Movimiento de Desobediencia Civil (CDM, por sus siglas en inglés) ha tenido un impacto tan grande en la junta de los militares que hasta el día de hoy son incapaces de gestionar el gobierno. El Comité Representativo de Pyidaungsu Hluttaw (CRPH), que está formado por legisladores electos en los comicios generales de noviembre de 2020, está trabajando duramente en el ámbito diplomático para llegar e involucrar a la comunidad internacional y su trabajo ejerce mucha presión sobre la junta.
Más de dos meses después del golpe, los jóvenes, que se autodenominan "Generación Z", continúan manifestando en muchos lugares del país. Los militares solo saben utilizar medios violentos (disparar y arrestar) para enfrentar las protestas. Hasta ahora, alrededor de 600 personas fueron asesinadas a tiros y muchas han resultado heridas; 2.751 personas fueron detenidas y la mayoría de ellas ni siquiera conoce el motivo de la detención. La junta sigue disparando y matando. Las peores acciones son las redadas nocturnas, en las que soldados y policías recorren zonas residenciales disparando de manera absurda; irrumpen en las casas en medio de la noche, disparan, golpean y arrestan arbitrariamente a la gente; y se llevan el dinero y los objetos de valor que encuentran en las casas. La gente no tiene adónde ir para buscar seguridad y justicia.
La mayoría de los jóvenes sienten la necesidad de tomar las armas en defensa propia. Formaron la Fuerza de Defensa Civil (CDF, en inglés) para proteger a la gente. Sin embargo, no tienen armas que puedan competir con las de los soldados completamente equipados. Muchos esperaban que la comunidad internacional interviniera para detener la matanza de personas desarmadas. La situación es tal que el pueblo de Myanmar tendrá que ser dueño de sí mismo y luchar lo más posible. Si las cosas continúan así, es inevitable un baño de sangre en Myanmar. Como es habitual, los jóvenes se encuentran entre los que más sufren en toda esta transformación social.
Queridos amigos, les exhortamos a orar sinceramente por Myanmar; sepan que su solidaridad es nuestra fuerza para superar esta difícil crisis.