Si hubo un terror que unió a los observadores desde el principio del contagio, fue el de la llegada del virus a las zonas del planeta menos protegidas desde el punto de vista sanitario. Una mirada particularmente preocupada se dirigió a las minorías étnicas, ya sometidas a la presión de los intereses de explotación de los recursos naturales de sus territorios, y a los habitantes de contextos carentes de lugares de tratamiento, de disponibilidad de terapias complejas, de capacidad suficiente para resistir la falta de producción y transporte de alimentos.
En el Brasil también se temía que las fuerzas financieras y políticas dominantes tomaran la pandemia como una oportunidad para una “solución final” a la cuestión de los indígenas.
Mientras que el Covid-19 y la forma equivocada de combatirlo han convertido la pandemia en una carnicería, en ciudades como Sao Paulo, Río de Janeiro o Manaus, por el contrario, las ciudades y pueblos que dominan el bosque están logrando contener el fenómeno. El P. Roberto Cappelletti, misionero salesiano en Iauareté, Estado de Amazonas, Brasil, fue testigo de ello.
El primer hecho reconfortante es que los indígenas han logrado frenar la propagación del virus a través de dos medidas: la distancia de los brotes en las ciudades y el uso de su tradición médica. Pero es necesario entender cómo el virus ha llegado a esa parte del mundo, lo que lleva días de navegación a lo largo de los ríos. Un primer vehículo fueron los traficantes y aventureros, que llegaron allí por negocios y para explorar las riquezas del subsuelo. El otro vehículo eran los equipos de rescate enviados por el gobierno central, no sujetos a los controles sanitarios necesarios. Algunas personas piensan que esta “ligereza” se vio de alguna manera favorecida por la actitud política hacia las poblaciones resistentes a la colonización.
Si, en una lectura superficial, el Sínodo Panamazónico de octubre de 2019 en el Vaticano no desencadenó mecanismos fuertes para defender las poblaciones y el patrimonio de biodiversidad contenido en la selva, sin embargo, la voluntad de resistir a la pandemia fue debidamente cultivada por la gran celebración en el Vaticano. La encíclica “Laudato si'” también desempeñó su papel. Más allá del apoyo a la cuestión amazónica, indicó la manera de realzar la diversidad cultural y el valor de los pueblos que constituyen una parte indispensable de la humanidad.
La “lección” anunciada por el Covid-19 pronto tendrá que ponerse en práctica para evitar nuevas y más letales catástrofes.