Sonriendo, pensativo, cansado, centrado, alegre... así era el rostro de nuestro Padre Don Bosco. Su rostro era la mejor muestra de su corazón. Su rostro hablaba. Su rostro comunicaba cada etapa de su vida, cada vez que era fotografiado en Francia, en España o en Italia. Su rostro hablaba de la pasión del Santo por los jóvenes.