El recordado Bauman, en su último libro define el concepto de insensibilidad moral como “el tipo de comportamiento cruel, inhumano y despiadado o como una postura indiferente manifestada hacia las pruebas y las tribulaciones de otras personas”. Hoy en día millones de personas están viviendo el drama del hambre y los que “estamos bien”, vivimos una insensibilidad moral y humana.
Miles de niños, en algún lugar de Sudan del Sur luchan “entre la vida y la muerte, luchan en pequeños centros contra la desnutrición”. “El ejército está cerrando carreteras y desabasteciendo zonas enteras para que la comida no llegue, es decir, está ocasionando hambre inducida”, escribía Alberto Rojas, periodista de El Mundo.
Esta hambruna, oficialmente declarada tiene el nombre de “hambre inducida”. Viendo este drama el Papa Francisco anunció como respuesta a un seminarista nigeriano, “que estamos estudiando la posibilidad de un viaje a Sudán del Sur”. “¡Suerte, Papa valiente y arriesgado! Que tu misión sudanesa sea posible y sea un éxito. El pueblo y los pobres de Sudán del Sur, que lloran y gritan por la paz, te esperan. Y te necesitan. Eres su única esperanza”, escribía J.M. Vidal, escritor de Religión Digital.
¿Y los salesianos? Preguntarán algunos de los lectores. Ellos siguen trabajando en medio de la guerra, del hambre y quizá en medio de la soledad. Siguen trabajando en los campos de refugiados, acogiendo a todos los que piden ayuda. En otra zona y junto a las Misioneras de María Auxiliadora, ofrecen asistencia religiosa y ayudan ofreciendo refugio, alimentos, ropa, salud e higiene a los enfermos.
El silencio y el miedo a callar esta verdad dramática, de la “hambruna declarada” ocasionarán millones de muertes. “Unas 5,5 millones en el punto álgido de la temporada de carestía en julio, cuando la cosecha se haya agotado, si no se hace nada para frenar la severidad y propagación de la crisis alimentaria”, afirma la Organización de las Naciones Unidas para la alimentación y la Agricultura (FAO)