Planteamos la pregunta desde un punto de vista muy práctico: la respuesta servirá para poner de relieve los aspectos de nuestra renovación a los que debemos dar preferencia.
Don Bosco es uno de los más grandes devotos de María de la historia. La suya fue una devoción característica, expresada a su manera, pero plenamente inserta en la realidad de los movimientos marianos más incisivos de la Iglesia de su tiempo. Notamos bien que Don Bosco se insertó en la devoción a María Auxiliadora: no la inventó. Se asoció a una tradición antigua concreta, pero supo darle un estilo tan singular que, desde entonces, a María Auxiliadora también se la llama familiarmente "¡Nuestra Señora de Don Bosco!".
Detengámonos brevemente en algunos elementos fuertemente subrayados por Don Bosco y que contribuyen a dar a esta devoción una fisonomía y un estilo característicos.
En primer lugar, la viva conciencia de la presencia personal de María en la historia de la salvación aporta a la devoción de Don Bosco, como ya hemos visto, el deseo continuo de establecer una relación viva con Ella (¡ligando naturalmente a María con Cristo, en un binomio inseparable de salvación: los dos pilares de sus sueños)!
De ahí que esta devoción mariana se refiera siempre directamente a la "persona" de la Virgen misma, con todas sus grandezas y títulos; por tanto, nunca se expresa en forma de rivalidad con otras devociones, sino más bien en una forma de intensa convergencia y proyección operativa, a través de la cual cada título y fiesta marianos son amados y celebrados poniendo el acento en la ayuda que aportan a la salvación del hombre.
Esta conciencia de la presencia personal de María Auxiliadora fue sentida positivamente por Don Bosco en su propia vida como un hecho objetivo, elemento fundamental de toda su vocación, tanto por lo que se refiere a los objetivos y al estilo de su misión apostólica, como por lo que se refiere a la configuración de su propio espíritu evangélico.
Otro elemento característico se encuentra en los postulados doctrinales de la devoción a María Auxiliadora. Don Bosco los tomó de los autores más estimados, pero los articuló y amplió con particular virilidad teológica y concreción pastoral. Aclaran la verdadera naturaleza de la devoción y del culto a María "Auxiliadora" y deben ser cultivados y profundizados por sus devotos. Se refieren, en particular, a la acción victoriosa de María en favor de la fe del pueblo cristiano y en ayuda de la Iglesia católica dirigida por el Papa y los Obispos.
"La necesidad universalmente sentida hoy -escribe Don Bosco- de invocar a María no es particular, sino general; ya no se trata solo de hacer más fervorosos a los tibios, de convertir a los pecadores, de proteger a los inocentes. Estas cosas son siempre útiles, en todas partes y para todos. Pero es la propia Iglesia católica la que está siendo atacada. Está siendo atacada en sus funciones, en sus instituciones sagradas, en su cabeza, en su doctrina y disciplina; está siendo atacada precisamente como Iglesia católica, como centro de la verdad y como maestra de todos los fieles".
Este aspecto característico de la "ayuda eclesial", fuente para Don Bosco del título de Auxilio de los cristianos, no parece haber sido vinculado a los títulos marianos por otros devotos o carismáticos. Sobre estas nociones doctrinales tenemos ya, naturalmente, una literatura propia bastante significativa, pero tras los desarrollos del Concilio Vaticano II se hizo necesario añadir otras reflexiones de actualidad, en línea con la renovada concepción del misterio de la Iglesia.
Comencemos señalando que Don Bosco ya había añadido el título de "Auxilio de los cristianos" al de "Madre de la Iglesia" que vimos proclamar gozosamente a Pablo VI al final del Vaticano II. Debemos subrayar que es, precisamente, el sentido vivo de la Iglesia, el elemento más característico de la doctrina del Auxilio de los cristianos.
Será de gran ayuda para el renacimiento de esta devoción en el mundo de hoy, que aprovechemos el interés con que se está desarrollando la impresionante relación "María-Iglesia".
María, de hecho, es ya a lo que tiende la Iglesia, es su profecía y su estímulo. Ella ayuda a la Iglesia a realizar su papel de "segunda Eva" en una maternidad de virginidad y gracia. De este modo, "el misterio de la Iglesia se ve a través de la imagen de María. Mirándola, se ve la Iglesia viva: sus ojos explican sus misterios".
Un escritor no católico afirma también que: "Se puede decir que no se tiene una visión correcta de la Iglesia si no hay lugar para María en la fe y la piedad". La renovación de la Iglesia está estrechamente ligada al renacimiento de una sana devoción mariana. La pérdida del sentido de la vocación materna de la Virgen María lleva a la pérdida del sentido de la Iglesia como 'madre'".
El papel materno de María es central en su relación con la Iglesia: ambas existen y son santas en la maternidad, y ambas dan vida en la virginidad. Existe, pues, un estrecho vínculo entre "maternidad" y "evangelización", entre "María-Iglesia" y "acción apostólica".
Todo esto es significativo para nuestra espiritualidad actual y tiene importantes consecuencias prácticas. Por eso, la devoción a María Auxiliadora, animada por un vivo sentido eclesial, parece ser en Don Bosco el presagio de una opción doctrinal profética que une la "piedad mariana" al "sentido eclesial" en una forma única de inseparabilidad recíproca y de crecimiento común.
Tal doctrina de María Auxiliadora implica, como consecuencia necesaria, una incansable y valiente actitud de compromiso práctico que fue en Don Bosco uno de los aspectos característicos de su devoción mariana: Nuestra Señora de la Consolación, o de La Salette, o la Inmaculada Concepción, no habrían indicado una adecuada exigencia práctica que lo caracterizará a él y a sus numerosos seguidores (y en particular a la Familia Salesiana) con la misma fuerza y la misma fisonomía apostólica de María Auxiliadora.
Un compromiso, por tanto, específicamente definido por la situación histórica concreta de la vida católica. Don Bosco abrió el camino haciendo de la devoción a María Auxiliadora una verdadera dedicación a la Iglesia Católica, evitando siempre la tendencia a convertirla en bandera de uno u otro bando: revolución o anti revolución.
Para mantener esta actitud, utilizó un criterio típicamente práctico de "actividad maternal". Esta actitud no está impulsada por ideologías abstractas, sino por necesidades urgentes y vitales. Hace todo el bien que puede, aunque no consiga la mejor solución posible, y presta más atención al delicado cuadro de la vida que a la elaboración de grandes planes.
Es significativo observar que no hay lugar para una actividad vital similar (y, por tanto, ningún paralelismo con María) en las ideologías sociales más famosas, por ejemplo el marxismo, aunque tengan varias similitudes con las estructuras eclesiásticas. El realismo pedagógico de Don Bosco expresaba, a través de su devoción mariana, una auténtica "mística de la acción" en el sentido profundo de San Francisco de Sales, permanentemente unida a una poderosa (aunque a veces oculta) "ascética de la acción".
Fuente: Don Egidio Viganò, La nostra devozione a Maria Ausiliatrice, en "Atti del Consiglio Superiore" 59 (1978) 289, 20-26.