Mi colega Verónica Manao, conocida por todos como Ate Veron, es un miembro muy activo de la Asociación de los Cooperadores Salesianos (ACS). Ella me invitó varias veces para unirme a este grupo, pero yo rechazaba siempre su invitación. Entretanto me ofrecí para manejar un auto cada vez que realizaran actividades. Por su parte Ate Veron nunca renunció a su objetivo. Seguía invitándome más y más veces. "Un solo encuentro de formación y de observación" me dijo. Y yo simplemente respondí un sí.
Así ese primer encuentro de formación me llevó a participar en otros encuentros sucesivos y en otras actividades, como los programas en diversos poblados. En breve tiempo mi perspectiva ha cambiado.
Jamás me habría imaginado de enseñar el catecismo a los niños, de dar informaciones sanitarias en los poblados remotos, de recitar el rosario y de leer la Biblia. Cuando iba al colegio, mi abuela me hacía recitar el rosario, porque ella era una parroquiana muy activa. Muchas veces teníamos encuentros de oración en mi casa y yo buscaba todos los modos de escaparme.
Ahora me doy cuenta que estoy haciendo exactamente las cosas que antes no me gustaban. Honestamente nunca habría creído que habría gozado de cada uno de los momentos de las actividades que estoy haciendo. Quizás habría debido decirle Sí mucho antes a la invitación de Ate Veron.
Entretanto he entendido también que nunca es demasiado tarde. He completado el ciclo de formación inicial y finalmente, después de dos años me he vuelto un miembro a pleno título de la Asociación de los Cooperadores Salesianos. Se que esto comporta también responsabilidades y me siento listo para recibir los desafíos que llegarán. Sí, ahora soy un cooperador salesiano y estoy orgulloso de serlo.