¿Cómo están las Escuelas Católicas? ¿Ha finalizado su aporte a la sociedad?
La Iglesia jamás debe dejar el mundo de la escuela. Es fundamental. El problema que tenemos en este tiempo es un problema cultural, y la cultura, el lugar de transmisión crítica pero también de inserción, es la escuela. La Iglesia no puede dejar la escuela. Sería un error garrafal. Eso no significa, como de hecho se está haciendo, que en la Iglesia nos centremos única y exclusivamente en la escuela. Yo mismo soy salesiano, y en mi provincia tenemos treinta y seis escuelas. Pero tenemos bastantes más parroquias, centros juveniles, plataformas sociales de atención a jóvenes inmigrantes, jóvenes sin hogar... Hoy, quien piense que la Iglesia está manteniendo una pastoral exclusivamente en el tema de la escuela, no tiene una visión real.
El otro campo donde los salesianos son los especialistas en la juventud ¿Cómo volver a enganchar a los jóvenes a la religión, a la fe? ¿Cómo volver a ilusionarlos?
Lo primero de todo es estar con ellos. La Iglesia tiene que estar con los jóvenes. Y estar allí donde ellos se encuentran en su vida ordinaria. Enganchar con sus preocupaciones, sus ilusiones, sus sueños, sus necesidades... Y para todo eso hay que estar en medio de ellos. Para esto tenemos plataformas como pueden ser la escuela y los centros juveniles en las parroquias.
¿Los oratorios siguen funcionando?
Sí. Es un poco la traducción de lo que nosotros siempre hemos llamado “el oratorio de don Bosco”. Son muchísimos, al menos en nuestro ambiente, donde no solamente vienen al tiempo escolar, sino que, después, tienen toda una experiencia de tiempo libre, donde hay itinerarios de maduración en la fe. Y cuando se está en medio de ellos, hay muchas cosas que cambian.
¿Qué necesita la Iglesia hoy?
Creo que hoy, en la Iglesia necesitamos dar una imagen simpática a los jóvenes. Recuerdo mucho esa expresión que utilizaba un general nuestro, Don Egidio Viganò. Él insistía mucho en esto. Lo que dice el Papa de dejar esa cara avinagrada. Pienso que el planteamiento de este sínodo, donde está dando la palabra a los jóvenes para que puedan participar, es muy importante. A veces, cuando se dice: es que los jóvenes son la Iglesia del futuro... ¡No! Los jóvenes no son la Iglesia del futuro, son la Iglesia del presente. Tienen que tener una voz y participar en la vida ordinaria. Y cuando participan y sienten que se les escucha y que se les tiene en cuenta, los jóvenes responden; claro que sí.