¿Cómo surgió el deseo de vivir la experiencia misionera?
Para mí fue un regalo que me hizo la Virgen María. He sido ordenado sacerdote el 12 de octubre de 1985, y ese día, además del aniversario del descubrimiento de América, se celebra la festividad de Nuestra Señora de la Concepción de Aparecida, patrona de Brasil. Estoy seguro que incluso esta fecha forma parte de mis sueños. Actualmente trabajo al servicio de los pobres, de los luchan por un pedazo de pan, una casa y la dignidad. El lugar donde trabajo es en el Centro Don Bosco Natal- Gramoré, en el noreste de Brasil.
¿Cómo fue el primer encuentro con su nueva misión salesiana?
Era el ecónomo del estudiantado teológico de San Pablo en Brasilia y visité este centro y quedé impactado, pues no esperaba encontrar tanta pobreza. Luego de seis meses regresé a trabajar y quedarme en medio de ellos.
¿Qué ofrece el centro?
Atendemos a niños y jóvenes, víctimas de situaciones de vulnerabilidad, que no tienen dignidad como hijos de Dios. Ellos tienen necesidad de alimentos porque son pobres, están confinados a un mundo de trabajo esclavizante, y sin oportunidades de desarrollo. Actualmente se acoge a unas 2 000 personas, entre niños, niñas y jóvenes.
Entre tantas enseñanzas de Don Bosco, ¿cuáles asumiste como norma para tu trabajo?
Es importante saber lo que uno debe hacer por los otros. La misión es exigente pero muy rica en desafíos que requieren generosidad. La frase que Don Bosco solía repetir: “he prometido a Dios que hasta mi último aliento sería para mis jóvenes" es una promesa que debo cumplirla en mi vida.
Y ¿Dónde está la foto que viste hace muchos años, y que motivó tu ser misionero?
Lo guardo celosamente y la llevo siempre conmigo y lo pongo en un lugar visible. De todas maneras, la frase está siempre en mi mente: “no te preocupes criatura, yo cuidaré de ti”.