Saged murió y como los bienaventurados del Evangelio, vive en el corazón de Dios.
Poco antes había llegado un mensaje: “Tengo ganas de llorar. Hace dos días, se desconocía quién o por qué, a medianoche, prendió fuego en el dormitorio de las niñas en Tonj, en el sur de Sudán. Las chicas salieron corriendo del dormitorio, pero tres chicas no se despertaron a tiempo. Se quemaron vivas. Fue un acto de intimidación contra nosotros o quizás de venganza tribal por parte de los propios padres. En el sur de Sudán, la vida vale menos que el precio de una vaca. Y el principio de "ojo por ojo" sigue siendo aplicable. Esperemos que no haya consecuencias más graves.
La mitad de los niños y adolescentes del planeta, declara un informe de la OMS, sufre alguna forma de violencia física, psicológica o sexual. Ni siquiera se llevan a cabo investigaciones. Casi todos ellos son descartados como “daños colaterales” o como “pequeños accidentes”.
El mensaje del Papa, en la Exhortación Apostólica "Christus Vivit" (números 75-76) es claro: “No seamos una Iglesia que no llora frente a estos dramas de sus hijos jóvenes. Nunca nos acostumbremos, porque quien no sabe llorar no es madre. Nosotros queremos llorar para que la sociedad también sea más madre, para que en vez de matar aprenda a parir, para que sea promesa de vida. Lloramos cuando recordamos a los jóvenes que ya han muerto por la miseria y la violencia, y le pedimos a la sociedad que aprenda a ser madre solidaria. Ese dolor no se va, camina con nosotros, porque la realidad no se puede esconder. Lo peor que podemos hacer es aplicar la receta del espíritu mundano que consiste en anestesiar a los jóvenes con otras noticias, con otras distracciones, con banalidades”.
Quizás – continúa el Santo Padre – “aquellos que llevamos una vida más o menos sin necesidades no sabemos llorar. Ciertas realidades de la vida solamente se ven con los ojos limpios por las lágrimas. Los invito a que cada uno se pregunte: ¿Yo aprendí a llorar? ¿Yo aprendí a llorar cuando veo un niño con hambre, un niño drogado en la calle, un niño que no tiene casa, un niño abandonado, un niño abusado, un niño usado por una sociedad como esclavo? ¿O mi llanto es el llanto caprichoso de aquel que llora porque le gustaría tener algo más? Intenta aprender a llorar por los jóvenes que están peor que tú. La misericordia y la compasión también se expresan llorando. Si no te sale, ruega al Señor que te conceda derramar lágrimas por el sufrimiento de otros. Cuando sepas llorar, entonces sí serás capaz de hacer algo de corazón por los demás”.
Se lo debemos a todas las personas humanas, pequeñas y grandes, que en este mundo son tratadas solo como "cosas". Porque sin duda, uno de los temores fundamentales es ser tratados como cosas y no como personas.
Manejados, empujados aquí y allá por fuerzas impersonales, tratados como si no tuviéramos nada que ver con los más fuertes.
Cada uno de nosotros puede ser un átomo diminuto en un universo inmenso... Que nuestra individualidad llama la atención. El ser completamente descuidado como persona es una especie de muerte en la vida, contra la cual nos vemos obligados a luchar con todas nuestras fuerzas.