Después de haber iniciado y consolidado el Oratorio de Valdocco, seguido de los primeros oratorios de Turín, y posteriormente al reconocimiento de la Congregación Salesiana por parte de la Santa Sede; Don Bosco se encontró en Turín con un problema de “abundancia” de personas adscritas y profesas. Fue necesario encontrar un lugar diverso, quizás en el campo, para la gran cantidad de novicios que tenía en aquel tiempo y lo buscó en San Benigno.
El patrocinador entusiasta de la nueva obra fue el entonces párroco P. Antonio Benone. Hizo la propuesta al Santo de los Jóvenes, que lo acogió de buen grado, pero le pidió que visitara al Obispo de Ivrea, Mons. Luigi Moreno, candidato a la santidad, pero en ese momento hostil a Don Bosco; para el permiso correspondiente.
Por ello el P. Benone “seguro de no encontrar ninguna dificultad para tan buena obra, se dirigió a monseñor, a quien le explicó el caso con la familiaridad de un viejo amigo. – Nunca, – le dijo Su Excelencia, – permitiré que Don Bosco se establezca en mi diócesis”, se escribe en las Memorias Biográficas (MB XIV). Sin embargo, el P. Benone continuó insistiendo aun cuando el palacio del cardenal fue declarado monumento nacional en 1877, ya no se podía vender a nadie y la Municipalidad de San Benigno lo habría utilizado exclusivamente para “uso público”. Al año siguiente, Mons. Moreno fue sucedido por Mons. Davide Riccardi, que pensaba de manera muy diferente sobre Don Bosco que su predecesor.
La Municipalidad concedió entonces el palacio a Don Bosco, estableciendo un alquiler irrisorio (una lira) a condición de que albergara escuelas gratuitas para los jóvenes de la ciudad. Don Bosco, obviamente, no podía oponerse a tal petición, pero la completó con la obtención del permiso para acoger también el noviciado.
Los salesianos llegaron a San Benigno Canavese el 5 de julio de 1879, y el primer maestro de novicios fue el P. Julio Barberis.
Ya en el otoño siguiente se crearon los primeros talleres: sastres, carpinteros, herreros y encuadernadores. Con el paso del tiempo hubo varias transformaciones, pero la casa siempre se mantuvo en línea con el trabajo. Durante varias décadas hubo imprenta y también una escuela agrícola en el “Molino”. También en el Molino funcionó una rudimentaria planta de energía que proporcionó iluminación a todo el país. En 1904 se abrieron las escuelas nocturnas y el oratorio festivo.
En los últimos tiempos, la formación profesional estaba floreciendo, que más tarde se convirtió en una escuela secundaria y un centro de formación profesional, que ahora tiene capacidad para unos 900 estudiantes cada día.
